Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Solo teclearé solo

Y ahora a ver si hay huevos de determinar la intención narrativa del autor. Porque yo, como autor —más o menos— de las líneas, lo tengo bastante claro. En cambio, usted, lector con loables aspiraciones a la omnisciencia, se va a detener, siquiera unos breves segundos, a plantearse el tema. Y a replanteárselo, después. Ronda que te ronda, forzando los engranajes medio astillados del cerebro, medio resecos por el consumo de películas y series a través de las múltiples plataformas, medio torcidos por las memeces lanzadas por muchos (¿o quizá todos?) de los políticos a través de los medios de comunicación, medio oxidados por las barbaridades que circulan por las redes sociales; ronda que te ronda, entonces, imbatible lector, lo primero que se le podría ocurrir es que, encontrándose quien suscribe solito, sin compañía de otro ser en derredor, ante la pantalla fulgurante, las yemas de los dedos percibiendo los bordes de las teclas, se dispondrá a componer la palabra solo, a razón de cuatro golpes sobre el teclado. Aunque, bueno, la lógica, desengrasada ya de la ordinariez diaria, inicia un proceso de duda, pergeñando ramificaciones conclusivas. Pudiera ser no que el menda del tecleo estuviera en modo ermitaño, a la deriva entre la humanidad oceánica, sino que, sobrepasado en sus capacidades intelectuales, le diera a eso de la palabreja a teclear sin requerir ayuda o asistencia alguna, cual campeón de la semántica. Y sin embargo, esto se le antoja, lector precavido, peccata minuta, ramificación endeble, sacrificable, cuando la verdaderamente consolidada es aquella que brota urdida por la incógnita gramatical. Aquella que repara en la cualidad del vocablo como adjetivo o como adverbio. Si el dichoso autor de estas quebradizas líneas se dispone a plasmar la condición adjetival o la adverbial, si será el adjetivo solo o el adverbio solamente.

Lo cierto es que, revelado en los comienzos, el patético autor de este infame texto lo tiene claro. El problema radica en su reconocida y reconocible afición a la vagancia. En que tal vez no le apetezca desplazar el dedo a la zona marcada con la tilde, liando el pifostio en su mente coherente y estructurada, lector sublime, quien, iluminado por el sol de la inspiración, se plantea ahora si no habrá orientado el sentido de la crítica valiéndose de una brújula escacharrada, como ninguneada por la polaridad terrestre. Si no es que el autor, que se divierte con el macabro juego de sacarle de quicio, golpeara la tecla abandonado de corte o asistencia, sino que su finalidad primigenia fuera siempre, a propósito de su temible vagancia, única y exclusivamente teclear el término solo, con independencia, defenestrada la relevancia, del carácter adjetival o adverbial. «Solamente teclearé solo» o «solamente teclearé solamente», querría decir el tipo con el titulillo… Ah… Un momento… Un momento… ¿No sería de otro modo?… ¿Acaso su idea original no sería que no tecleará de otra manera que no sea hallándose solo, sin atisbo de personas en su entorno ni auxilio que valga?… «Solamente teclearé estando solo», y punto.

Menudo embolado en el que nos ha vuelto a meter (en su afán ratificador o revisor) este año la Real Academia Española, que últimamente parece que se la quiera coger con papel de fumar, con esa suerte de economía gramatical, o el sintagma que desee inventarse o atribuirse, que no esconde sino el ánimo de favorecer la mediocridad o reconducir las tachas ortográficas, suprimiendo, directamente, el factor del empleo de la tilde en la palabra solo. Esa tilde que tan bien (no también) facilitaba la distinción entre su propiedad adjetiva o su propiedad adverbial.

No obstante, eso de tilde o no tilde terminaba siendo un embrollo de padre y muy señor mío. La gente no acababa de controlarlo del todo y, lo que es peor, los estudiantes, perdidos en una generación rendida a la invasión de los anglicismos y a intercambiar mensajes gratuitos, sin atender las reglas básicas de la escritura, multiplicaban los errores ortográficos, reduciendo la media del nivel intelectual y bajando en el escalafón de las listas de los mejores estudiantes planetarios.

Así que muerto el perro se acabó la rabia. Se corta por lo sano. Se elimina el conflicto de la tilde, disolviendo la dificultad, como el hielo, desamparado a la intemperie, se disuelve en el agua. Si bien, para contentar a los nostálgicos, la Real Academia huye por el aliviadero del residuo, agazapada por la nocturnidad y la vergüenza, y concede el comodín del criterio del autor. Tangente idéntica a la de la tilde para los pronominales de los demostrativos. Si el autor, viene a fijar la Real Academia, considera que se podría producir riesgo de ambigüedad, empléese la tilde, si lo desea, por supuesto, y aun de tal forma, mejor recurrir a alternativas, circunloquios literarios o solamente, para evitar el recalentamiento cerebral del lector.

Que la Real Academia Española haya defendido unas pautas es lo que nos permite hoy seguir leyendo a Cervantes, proeza de la que pocos países pueden vanagloriarse. La lengua es un ente vivo, lo cual no significa que deba evolucionar descontroladamente, como el arbolito que se debe atar a una guía. Mucho menos que deba plegarse a las modas y a las políticas, al mercadeo censor del verbo, a la mediocridad y a la ineptitud, a la ociosidad o vagancia intelectual. Razones por las cuales asumiré el riesgo eterno de la ambigüedad, resistiendo solo el tecleo de sólo. No importa. Solo teclearé sólo.