Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Entre piedras y horizontes

En verano en la medida que se pueda o se desee, es propenso a las escapadas vacacionales, en distancias cortas, medias o largas. Según tiempo y presupuesto posible. Las vacaciones son tan variadas como las personas y sus circunstancias.

Todos los periodos vacaciones tienen algo en común, descansar una o varias veces al año, según el gremio o acuerdo laboral fijado en su escala laboral, siempre de manera remunerada, que tiene como propósito permitir a la persona trabajadora reponerse del desgaste derivado de sus horarios y/o tensiones laborales, del cansancio físico y/o psíquico, para recargar energías, para transcurrido un tiempo, volver de nuevo a la actividad con pleno rendimiento. 

Dentro de nuestro país y en concreto en nuestra comunidad autónoma andaluza, hay mucho que ver, que hacer o conocer en vacaciones. La variedad es tan amplia e infinita  como el horizonte.

Una vez decides donde ir, es importante documentarte sobre el destino elegido, eso nos lo pone fácil Internet, desde el sillón de tu casa en el teléfono móvil o en el ordenador, comienzas la búsqueda. Haces los deberes sobre el lugar donde alojarte, el transporte que usarás, horarios,itinerarios o carreteras, realizas las reservas oportunas y pagos correspondientes. Y aquí no termina la búsqueda, siempre puedes seguir planificando el tipo de vacaciones que quieres realizar: monumentos para ver, cultura artística, ocio, descanso, gastronomía o posibles locales que de bebidas que sacien nuestra sed o preferencias más o menos sibaritas...

Una vez en el lugar vacacional, te conviertes en un turista más, te confundes entre los guiris, fotografías, grabas vídeos, te haces auto-fotos o selfies, haces colas, accedes a la playa, el chiringuito, el campo, las ciudades, los monumentos, sus Iglesias y sus museos...

Te refugias del sol en las horas de mayor calima, duermes la siesta siempre que se puede y te pateas el lugar usando ya menos mapas y más buscadores de Internet. Hasta el punto que dependemos de la tecnología de los buscadores, debatiéndote entre usar la audio-guía, escanear el código QR o contratar un guía físico oficial (cada vez esta opción pierde más fuelle), esa persona que siempre te cuenta con amplios datos memorizados las características del monumento, sus curiosidades y te hace más interactiva la visita, te sacia las dudas, te aconseja donde seguir tu visita.

Cuando viajas siempre aprendes algo nuevo de nuestra historia pasada y también de nuestra sociedad presente. De esa que pasa por los lugares deprisa y corriendo, sin leer, sin retirar los dedos del móvil, compartiendo sus audios o charlas continuamente con sus acompañantes, exponiéndose en las redes su viaje, modelos o compañía, mostrando que su casa está vacía y disponible para cacos avispados del hogar ajeno.

Sin ir más lejos hace unos días fuimos como turistas al castillo de Santiago en Sanlúcar de Barrameda recientemente arreglado. Vimos una visita teatralizada en la tarde noche. Recorrimos todas las estancias habilitadas para las visitas. Subimos hasta su torreón vigía, recorriendo unas 120 escaleras aproximadamente estrechas e irregulares entre muros, con paradas en tres salas de diferente altura donde vimos: mobiliario con los escudos de las casas que fueron sus propietarios, reproducciones de armas de la época, una pequeña biblioteca, una amplia colección de mapas y cartografía de sus navegantes, de su costa y de las travesías hasta América, evolucionando prácticamente hasta la actualidad.

Fuimos subiendo en orden, sin atropellarnos las escaleras de dicha torre, llegamos arriba con la respiración algo entrecortada por el esfuerzo y la emoción de ver el horizonte en el atardecer anaranjado que ya anochecía. Mi desconocido compañero delantero, una vez alcanzo la cima, se sentó inmediatamente en un banco cercano al muro fortificado, dándole la espalda a las vistas y me dice: “Total he subido un montón de escaleras, para ver, lo que ya he visto desde la terraza del Hotel Guadalquivir, subiendo allí en ascensor y tomándome allí un gin tonic de un sólo trago” ... -En ese momento sonríes por cortesía y callamos por prudencia, nos miramos sin hablar, mis acompañantes y yo... -En fin, no es bueno, ni malo el comentario simplemente es diferente y anecdótico.

Nosotros una vez arriba, disfrutamos del fresquito del lugar, apoyados en las piedras del muro, guardando en la memoria y el alma las bellas vistas del horizonte. La cercanía de las calles del pueblo, su vida, su actividad, las techumbres de sus casas señoriales e Iglesias, sus zonas arboladas, del aroma de las bodegas con vinos y vinagres que llegan hasta nosotros en esa brisa de allí. Al fondo Doñana en la desembocadura del río Guadalquivir, con sus balizas de luz apuntando la puerta de tierra movediza que permite la navegación de barcazas, barcos deportivos o pesqueros, lanchas sospechosas, buques cargueros o turísticos, una barra transversal que los navegantes atraviesan con pericia y da nombre a la ciudad, a la historia marítima de este lugar en tiempos pasados y presentes.