“Escribo diálogos porque no me gusta describir cosas por mí mismo. Me gusta el punto de vista y los puntos de vista cambian. Todo se basa en cómo un personaje ve cualquier cosa que esté ocurriendo. Incluso el tiempo”.
Elmore Leonard
La ciudad salvaje, título de esta trepidante novela no es otra que la industriosa urbe de Detroit, la ciudad de los coches, que siempre resultó ser la fontana que alimentó de caudal literario las novelas de Elmore Leonard (1928-2013), un autor clásico cuya pérdida ha sido sentida por los lectores de novela negra de pureza y los fuertes encuentros en sus tramas tensas y desafiadoras. Ciudad salvaje nos cuenta la historia violenta por la que se deslizan espectaculares escenas manchadas de violencias, que se inicia con la ejecución a tiro limpio de Alvin Guy uno de los personajes públicos más odiados y repugnantes tanto para abogados, fiscales, delincuentes y policía de la ciudad, donde la industria del coche es la materia primordial de su vivir.
Tan siniestro personaje –especie que abunda también en otras geografías de cuyo nombre no quiero acordarme, dicho corrupto y brutal personaje de la historia, forma parte nada menos que de la Magistratura de la ciudad hasta que le llegó su penúltima hora y la comisión de deontología profesional lo separa del cargo. Es entonces cuando le llega su definitiva hora de pagar tanta delirante corrupción y abusivos chantajes a mujeres, pues el tipo babeaba como un macho cabrío de la manada en época de celo, cuando es acribillado a balazos dentro de su automóvil. Pero resulta que a poca distancia de él aparece muerta de tres disparos una mujer. El personaje que resulta sospechoso como autor del hecho no es otro que otro animal de fondo, todo un gatillo ligero, Clement Mansell, conocido delincuente nada de moco de pavo, quien mantiene un asunto pendiente con el teniente Cruz de la Sección de Homicidios, luego éste se vuelca sobre el caso por considerarlo ser algo más que una comisión de servicios. Todo un duelo con la muerte en los talones flotando sobre las variadas consecuencias.
Los diálogos que sostienen los personajes según van desfilando por la historia, forman una catarata alucinante de la mejor literatura directa entre el policía y el delincuente. Su habilidades dialogadoras queda patente en ellos, esa manera de enfrentarse entre la calma de uno y el sarcasmo del otro sin el más mínimo gesto de piedad sustentada en el descaro, que sabe eludir toda muestra de culpabilidad que lo acusa, con una habilidad que el propio teniente Cruz debe reconocer. Los enfrentamientos se suceden mientras la policía busca la prueba decisiva que resulta ser una pistola Walter de este salvaje de Oklahoma, que es Clement, quien intenta hacer desparecer en su mundo del hampa.
No encontrará el lector en toda la historia ni criatura inocente y mucho menos muchachas en flor, aunque la novia del matón, Sandy, tiene un encanto propio de sus veintitrés años bien favorecidos, pero por otro lado su inclinación al porro junto al goce sexual la pierde en algunos momentos de la narración, por la simple razón d estar enamorada de bestia disfrazada de hombre. Acción y tiroteos en abundancia. Y una abogada elegante y atractiva, defensora del criminal, que al final sufre un giro de ciento ochenta grados y cae en los brazos del honesto y desencantado teniente Cruz. Y vuelvo a elogiar los envolventes diálogos que componen la historia en esta obra de los años cincuenta donde el tema del color de la piel juega un papel muy importante entre los personajes que discurren por la historia. Ciudad salvaje fue galardonada con el Gran Premio de Novela Policíaca. Es una obra fácil de en contra en libros de segunda mano a un precio casi de regalo.
Añadir nuevo comentario