Cuando una se despierta por la mañana, suele hacerlo relajada, dinámica, con buenas ideas para desarrollar durante el día, la leve brisita te acaricia la cara y te perfuma el olor a los jazmines, no agostados ni lo uno ni lo otro por el calor sofocante que sufrimos por estas tierras, pero.…., pones la radio, conectas la TV o lees los periódicos y ¡ZAS! todo se te viene abajo, palo va, palo viene…, las guerras en oriente, las miserias humanas , la expansión galopante del Ébola….,para que seguir, te vas arrugando poco a poco y te dan ganas de meter la cabeza bajo la almohada y seguir durmiendo para así, al menos, poder soñar.
Considerando que esto es tomar la actitud del avestruz, he preferido poner una nota de color al día y si así consigo que los lectores esbocen aunque sea una leve sonrisa me daré por satisfecha. Lo que narro a continuación aunque parezca un cuento garantizo que es historia verdadera.
Cuando aún la informática no había invadido nuestras vidas de la manera, yo diría casi obscena, que lo ha hecho, los edificios que tenían portería, lo hacían con persona de carne y hueso, no con voz en off ni con los porteros automáticos. Éste era un trabajo (o carrera, como decían algunos) junto con los serenos, en las ciudades que los había, solidario, de compañía, informativo, pero sobe todo digamos pintoresco, por las personas que formaban parte de ese grupo. Vaya por delante mi respeto a ese gremio, hoy día, imagino, más profesionalizado, por si todavía queda alguno no se sienta ni ofendido, ni aludido y por supuesto denigrado, que no es esa mi intención en ningún caso.
Sigamos, en Madrid, por ejemplo solían ser mujeres y se las llamaba “la señá Felisa, Matilde….”, y en Andalucía el cargo lo ostentaba el hombre aunque en las tareas, en ambos casos, colaboraban los dos.
Cuando vivía en unos de esos edificios, el portero que disfrutamos hasta su jubilación, era el prototipo de una obra de Arniches o Jardiel Poncela. Hombre de mediana edad, enjuto, muletilla frustrado, de pocas luces, persona extrovertida, de buen corazón, servicial, a su estilo, dandi, a su modo, y con una conversación que resultaba de lo más entretenida, por lo chistoso y grotesco que tenía.
En España para ir contracorriente, las viviendas de los porteros las situaban justo al revés de como deberían hacerlo, me explico, en Madrid por ejemplo, en los sótanos y en Andalucía en las azoteas, si bien en las primeras enfermaban de reuma, en las segundas los golpes de calor eran frecuentes. Pues bien, en este caso que es el segundo, subí una tarde noche a la azotea a tender la ropa, cuando el crepúsculo ya había abandonado el horizonte, aunque aún perduraba una sensual línea anaranjada que pedía transportarte a un fotograma cinematográfico, para que se secara durante la noche y no se quedara tiesa como la mojama si lo hacía por el día, y me encontré al bueno de Manuel (ya había terminado su jornada laboral,) tumbado en una hamaca, pantalón corto y camisa, lavado, repeinado y perfumado al extremo de aromatizar todo el recinto, sin olvidar que era al aire libre, con un medio de vino en una mesita de fabricación propia, unos cacahuetes en una platito, los pies sobre un taburete y las manos sujetándose la nuca. Le acompañaba un gato ciego que deambulaba por toda la periferia de la azotea, pues se guiaba con su manita a modo de bastón dando en la pared primero un leve rozoncito.
Como anteriormente a toda esta parafernalia había baldeado el espacio con la manguera y abundante agua, los vapores que aquel suelo emanaba, después de soportar los más de 40 grados durante el día, te invitaban a salir de estampida.
“Buenas noches doña Carmen”, me disparó poniéndose de pie.- Buenas Manuel, ¿que tal?- “Pues ya ve, aquí esperando que se levante un poco de aire para liberarme de esta suna, que hoy hasta la jalcantarilla huelen a colaca.
“¿Se ha enterado usted que viene a Córdoba la Vaca Grane?”. - No, ¿de visita?- “Que disparate, a rodar un filme”. “Mire es mi catrí preferida, esos ojos, esa boca, esa cara, ese cuerpo, vamos ¡que me gusta entera!,….y como trabaja, mire usted, se come la pantalla”. - Es verdad. Y ¿quien dice que es?- “La Vaca Grane, la que hizo Mogambo” -¡Ah! Ya, ya recuerdo, entonces estaba usted disfrutando de su compañía cuando al subir le interrumpí-. “No señora, solo pensaba”. -Bueno, algo es algo-. “¿Cómo dice?”. -Nada, nada-.
Acelero mi tendida de ropa para salir huyendo de aquel calvario, cuando me pregunta. “¿Va usted a ir a verla?”. -Posiblemente no tenga tiempo, ya sabe que ando siempre ocupada-. “Pues yo tengo que buscar un ratito y escaparme para ver de cerca tanta belleza”. “¿Usted cree que debo perfumarme o simplemente oler a limpio?, porque sepa usted que siempre uso jabón genio de pava que tiene un aroma distinguido, ¿qué opina?” -Pues… le aconsejo que con el genio de pava (Heno de Pravia) tiene suficiente-. “Gracias, seguiré su consejo que usted tiene más seperiensia social que un servidor y si se lo pregunto a mi mujer se enfollina toa y la liamos”.
-Ya terminé Manuel, me marcho, aquí le dejo entretenido con sus pensamientos-.
“¡AAAyy! Señora, ¡Quién fuera rico! Adiós, buenas noches”
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