Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

El argumento del mal

El argumento del mal es el mismísimo que el de la mentira (sí, en tal camino o resultado en donde hay ausencia de razón) y siempre se utiliza cuando a una precisa sinrazón se pretende beneficiar, en detrimento ético (y a veces sutilmente), con una u otra intención o acción.

El argumento del mal (o el argumento de la mentira) empieza siempre en cuanto no se desarrolla la suficiente razón y responsabilidad en algunos, por causa de una ceguedad (ante la realidad) que les supera; y suele ser: ignorancia per se, fanatismo, narcisismo o narcisismo corporativo, patriotismo o celo cultural, incomprensión ética, tener las patologías de confusión que generan la desinformación o tener una seudorrazón ególatra o inventada.

El argumento de la mentira es muy difícil de evitar cuando ya alguien está desbordado de falsos mensajes o de falsas razones o de falsos bienes que los bueniza o los justifica en su propio lenguaje cotidiano o diario.

Asimismo, en claro, el argumento de la mentira lo ponen en funcionamiento casi todos los políticos e intelectuales en boga a través de una demagogia, de una retórica muy alineante o cínica, de un positivismo “blanqueador” de responsabilidad y del imponer una falsa obligación moral de OBEDECER a ciertas élites del poder o a esos conocidos “salvapatrias”.

El caso es que, en consecuencia, hay prejuicios que se hacen invencibles o superpoderosos con el tan ayudado argumento de la mentira; y ya se instala en la sociedad una moda de normalizar totalmente tal procedimiento basado en ningunear a la razón y de ver “machote” y prometedor el vender humos de solo vanidad e ideales fanáticos.

Sí, he ahí que mensajes hipócritamente fáciles y unificadores en idioteces pasan a esencializar la mayoría de las mentalidades individuales o la misma opinión pública: “la guerra es necesaria”, “el toro no sufre”, “el rey ha hecho el divino bien”, “la dictadura nos salvó del comunismo”, “antes vivíamos mejor sin derechos”, “la violencia por machismo no existe”, “en ligereza el cambio climático tiene aún solución”, “el tabaco mata como todo”, “los inmigrantes nos quitan el trabajo”, etc.

El argumento de la mentira así poco a poco llega a ser un contagio, un hecho arraigado y cultural, una firme determinación, ¡siempre!, un pozo del que la sociedad no podrá salir, caracterizado con falsas terapias, falsas atribuciones de inteligencia, falsas ciencias, falsas políticas y falsas verdades.

El argumento del mal será tan sutil como sutiles fueron todas sus raíces y derivaciones, sí, quizás en demasiadas frivolidades y soberbias de “especie dominante”.

Y todo porque nadie se presta a pensar lo justo, porque no quiere nadie ver, no quiere nadie darse cuenta de lo más natural siquiera, no quiere nadie retroceder algún paso que ha realizado mal, no quiere nadie escuchar a la más sensatísima humildad o... equilibrada racionalidad.  Solo por eso.