Da la impresión que empezamos a salir de verdad de la aberrante pandemia del coronavirus que nos ha tenido tanto tiempo preocupados por la salud, la nuestra y la de nuestros allegados y la de la gente en general, ya que no ha distinguido a nadie. Y aunque no ha acabado del todo, sí puede ser momento de hacer balance, un balance a todas luces negativo en tantas y tantas facetas, pero es necesario para, tras su estudio y análisis, estar alerta por si otro posible caso nos llegara en un futuro.
No se trataría de escribir una novela como la magnífica de Muñoz Molina, Volver a dónde, no tengo ese talento, y de la que tan buena reseña hizo el columnista Paco Vélez; ni se trataría de buscar culpables, aunque cada palo que aguante su vela, más bien se trataría de aprender de los muchos errores que se han cometido, fruto de la inexperiencia en su mayor parte, y serviría para sentar protocolos que nos sirvan de planes de autoprotección.
Habría que empezar, quién sabe, por la propia Constitución ya que parece que lo de los estados de alarma, o de excepción, o de sitio han dado interpretaciones muy diferentes a la hora de decretarlos para una pandemia sanitaria mundial. También habría que legislar, posiblemente, sobre los poderes de las Comunidades Autónomas ante el Estado, y asimismo sobre las competencias de los ayuntamientos para que todo quede lo más claro posible y en un futuro no haya varias interpretaciones.
A nivel sanitario también habría que ver qué sale del balance final, no solo de fallecidos, que tristemente son muchísimos, sino a nivel estructural, ver si nuestra sanidad estaba preparada para afrontar algo así, que creo que la respuesta es un no absoluto, y procurar que si hubiera una próxima vez no nos pille “en pelotas” que es como nos pilló ésta.
Económicamente los resultados de la pandemia han sido desastrosos, no descubro nada con esto ya que todos hemos podido comprobar que muchas familias lo han pasado muy mal y veremos a ver cuándo saldrán del bache. Habría que pensar, incluso, en un fondo común europeo que quede ahí por si acaso hiciera falta, independientemente de que los países más ricos guardaran sus propios fondos para paliar con más solvencia la tragedia de sus ciudadanos, pero evitaría que los más pobres partieran de cero.
En España esto último es impensable, ya estamos viendo que los fondos que se destinarían a las pensiones están siendo utilizados para tapar agujeros a diestro y siniestro, y así no se para de hablar del peligro que se corre con que llegue el momento de no poder pagar las pensiones tal y como hasta ahora se ha hecho, y mucho se está hablando de que la primera medida va a ser bajarlas y subir la edad de jubilación.
La derecha martillea con “el desastre económico nos va a tocar a nosotros arreglarlo como siempre”, como si eso fuera una verdad absoluta, que evidentemente no lo es. El modelo de Sánchez, si a esto se le puede llamar modelo, es incapaz de solucionar lo que se nos viene encima, y más teniendo que estar discutiéndolo todo con sus socios los podemitas, que por su parte bastante tienen con lo que tienen en su propio seno. Y no olvidemos el continuo guiño a los independentistas catalanes que no sabemos hasta dónde y cuánto nos va a costar ese forzoso amorío. Y que los vascos vienen detrás.
La solución no la tengo yo, solo soy un pobre docente, pero me gustaría saber dónde está, tanto como que quien la tuviera fuera quien nos gobernara para llevarla a la práctica.
Lo que me llama la atención es la ultraderecha española, la encarnada por Vox, que desde que empezó todo esto ha sido el negacionismo y la impostura, algo tan cercano al populismo que sus adeptos se han retratado una y otra vez, y mucho más lo han hecho sus dirigentes, que sabiéndose llave en algunas comunidades se han soltado la lengua quedando en ridículo por activa y por pasiva. Con estos mejor no contar para afrontar nada, la añoranza de un estado franquista del que tanto alardean no sirve para el futuro, por mucho que se empeñen en reescribir la historia y adueñarse del símbolo de todos los españoles que es nuestra bandera.
La pandemia nos ha dado a todos una lección, y cuando digo a todos me refiero a personas y países, una lección de la que debemos aprender. Si esto pasa y no hemos sacado nada en claro me temo lo peor en caso de que se volviera a repetir. Si de verdad somos seres inteligentes, lo cual dudo demasiado a menudo, este episodio histórico debe quedar bien grabado en los anales de las políticas mundiales, así como en la memoria de esta generación que irá transmitiéndolo durante varias generaciones, y por supuesto en la Historia. Las vidas humanas no solo son datos fríos, para sus seres queridos son lo más importante, y repito, la pandemia no ha discriminado. El mundo sabrá…