Hace unos días cayó en mis manos una carta abierta que decía estar redactada por la Plataforma Nosotras Decidimos Córdoba, y que al final de la misma afirmaba que bastantes Asociaciones de mujeres, muchas integradas en partidos políticos, suscribían ese texto. La carta iba dirigida a la delegada de la mujer de la Diputación de Córdoba, evidentemente del PP.
Pues bien, la carta lo que venía era a censurar durísimamente la decisión de la Sra. delegada por haber organizado un concierto de copla española como una actividad para conmemorar el Día internacional de la mujer. El crimen de esta señora ha debido ser horrible para que tantas feministas se hayan unido en contra de semejante desagravio. Desagravio que alguien puede estar pensando que se debe a que está usando algo genuinamente español para celebrar algo que es internacional. Pero no.
Resulta que las suscriptoras de la carta de lo que se quejan ferozmente es de la copla, como lo oyen, repudian este estilo musical con palabras como estas: “…es uno de los innumerables instrumentos de los que la cultura patriarcal se ha servido para perpetuar la inferioridad de las mujeres frente a los hombres…”. Sin duda, parece que todas estas señoras firmantes están hartas de escuchar coplas, y de lo que tampoco parece caber duda es de que han escuchado muchísimas para tener esa opinión tan firme y documentada, vamos, que uno puede pensar que son asiduas del programa de coplas que tantos años lleva triunfando en Canal Sur, que, por otro lado paradójica y curiosamente, es un canal que viene siendo calificado por muchísima gente como el canal del partido socialista que siempre ha gobernado en Andalucía.
Yo me crie escuchando a mi madre cantar coplas, que por cierto lo hacía de maravilla, y siempre he visto las letras de ese género como historias desgarradoras de amor y pasión, nada más, como pueden ahora ser algunas de las canciones de Melendi, de Malú o de Amaya Montero (por nombrar a algunos), eso sí, con sones muy diferentes. Y ni mi madre ni ninguna mujer de mi familia, es más, ni ninguna mujer que yo haya conocido en mi vida personal o laboral me ha mostrado nunca quejas por el contenido de las letras de las coplas, ni ninguna se ha sentido menospreciada por ellas. Y a buen seguro que un montonazo (por modestia no digo casi todas) de las que están leyendo este artículo piensan igual.
Pero no es sólo eso lo que dicen los renglones, más que torcidos, torticeros de la misiva, añaden de la copla que “…transmitiendo a través de sus letras el más vergonzante y más cruel de los imperativos patriarcales, que ha sido y sigue siendo la consideración del amor romántico como el único y verdadero amor, en el que el núcleo sustantivo es la preponderancia del hombre y sus atributos.”. ¡Casi ná! Lee uno estas cosas y casi se siente culpable, no sólo por apoyar la copla, sino por haber venido al mundo con pilila…
Evidentemente que no voy a empeñarme en poner ejemplos de letras de coplas que demuestren lo erradas que están las feministas firmantes, pero me da a mí que el añorado Carlos Cano, aquel defensor de los currelantes y de la bandera verde y blanca, no era sospechoso de ser un cruel machista patriarcal y, sin embargo, amaba el género de la copla y lo practicó con una inaudita peculiaridad.
Estos días se está llevando por muchos teatros de nuestra geografía la obra “Miguel de Molina al desnudo”. Tuve la oportunidad de escuchar en una entrevista a sus intérpretes y pude entender que la reivindicación más grande de este gran artista fue la de su homosexualidad. Por si hay alguien que no lo sepa, Miguel de Molina fue un cantante de copla que se tuvo que exiliar a Argentina por la represión fascista durante la dictadura, debido a sus ideas republicanas y a su condición sexual. Tampoco creo que él estuviera de acuerdo con el contenido de la carta de las feministas, porque jamás hubiera cantado semejantes aberraciones.
Si yo fuera mujer era el título de una gran canción de Patxi Andión, otro cuyo antimachismo está fuera de duda y más si se escucha esa canción, y que siempre me viene a la memoria cuando las feministas ultras salen con estos irracionales despropósitos a darnos lecciones a todos. Ellas decidirán sobre ellas, me parece muy bien, pero no deciden sobre todo ni sobre todos y todas, hasta ahí podríamos llegar. Si yo fuera mujer estaría más que cabreada al leer esperpentos de esa talla, estaría en las antípodas apostando por la igualdad verdadera, sin rencores ni venganzas, sin traumas ni paranoias y luchando por la igualdad hasta que al final se consiguiese hablar de personas y no de hombres y mujeres. Ah, y que cada cual viva el amor como le dé la gana, por supuesto que sí, no van a venir estas ahora a decirnos a los demás lo que es el amor.
Termino, una dirigente izquierdista de mi pueblo, me cuentan que me calificó de casposo en las redes sociales por mi último artículo; bueno, además de estar claro que nada me conoce, a esas cosas se expone uno cuando escribe libremente y está dispuesto a soportar las críticas sobre las anchas espaldas. Esta vez que le doy cañita a las ultras del feminismo a ver qué calificativo me tiene reservado, y más cuando puede interpretar que defiendo a la delegada del PP y no a la copla. Ay pena, penita, pena que los políticos no acepten de igual manera nuestras críticas, y más pena de mi corazón que me corre por las venas si además son ultrafeministas, y te lo juro yo que el colmo es que tengan ojos verdes como la albahaca. Uy perdón, sin acritud.
Comentarios
Ay pena, penita, pena
No he leído la carta, pero si es tal como lo dices y aparte de no encontrar tampoco mucho sentido a celebrar el Día internacional de la mujer con un concierto de copla, creo que las feministas se han pasado de rosca al criticar la copla de esa manera.
La copla tiene tantas y tan bellas letras que ceñirse sólo a ver una parte de ellas, que además son fruto de la marera de ver la vida de una época que ya es historia y que como tal debe tratarse, es de una cortedad de miras que da vergüenza ajena a la que no se siente feminista sino solamente mujer, que no es poco.
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