Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Navidades blancas, Navidades negras

La pobreza no viene por la disminución de las riquezas, sino por la multiplicación de los deseos
George Orwell
 

Al socaire del soportal de un deslumbrante edificio  bancario, similares se podrían mostrar por cientos, sentado en el suelo a la moruna un desarrapado mendigo sostiene en sus rodillas un cartón alargado en el que está escrito: “En Navidad todo el mundo se vuelve un poco humano menos los banqueros”. Sonrío, no sin algo de tristeza,  pensando en la certera y siempre lógica  realidad desnuda expuesta  por Platón: “Lo característico de la vida actual no son la inseguridad y la crueldad, sino el desasosiego y la pobreza”.

En la otra cara de edificio social se pueden contar multitud de  bancos de piedra y cemento en los que suelen dormir  sobre cartones y periódicos llenos de falsas noticias los marginados, (oficial y cínicamente etiquetados como “Los menos favorecidos”) envueltos en ropa usada, y que suele donar la caridad. Esta escena cotidiana puede ser la noche de Navidad o cualquier otra del calendario, pues resulta ser  la cesión continua de la película del día y la noche. Certero, pues,  la crítica y severa precisión de Pío Baroja: “Era, en general, toda la gente que allí habitaba gente descentrada, que vivía en el continuo aplanamiento producido por la eterna o irremediable miseria”.

En una esquina de la vieja muralla romana que rodea parte de la ciudad, muy cerca de la basílica que popularmente la se conocen (por) los turistas como ‘La Virgen de los Toreros’, donde un parlanchín  general reposa sus restos a los pies de la virgen, fosa en honor de santidad. Luego, bien que rece el que sepa, pues, ante tanta barbarie otras miles de familias siguen, impasibles, recordando el nombre del ínclito, generación tras generación.  Así las cosas, cuando a un rumano, enfermo de hígado, que toca en el acordeón ‘Muñequita linda’, ‘Dos gardenias para ti’, y, como no, el ‘Que viva España’, unos gamberros de esos con la cabeza rapada, le rompieron su viejo acordeón, incalificable crueldad de unas mentes taradas.   

Pero como la caridad solidaria del pobre alivia la pobreza, los vecinos del barrio le han regalado en estos días en que la bondad resuma, un acordeón de segunda mano y tabletas de  turrón y mantecados, para sus tres niños que ya acuden a la escuela y escriben sus palotes en la lengua de Cervantes. Ningún vecino de los que ha contribuido en este gesto tiene facha de banquero o de general parlante y gatillo ligero. A lo lejos, en la memoria, entre rejas Gramsci medita: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.

Al final de la tierna escena que todas las Navidades años tras años, la comedia humana interpreta, surge el papel que le corresponde en la esplendorosa obra de Balzac  cumpliendo las reglas establecidas. Los obispos con sus homilías y el botafumeiro para paliar los malos olores cantarán el Aleluya, ocultando con sus voces, por intereses propios. Las “Cuatro cosas que no pueden ser escondidas durante largo tiempo: La ciencia, la estupidez, la riqueza y la pobreza”  Certera sentencia del filósofo y médico andalusí Averroes.

Despedida del viejo año, anuncio del que llega. Su Majestad, nos recordará que la “Justicia debe ser igual para todos” y que siente en lo más hondo de su corazón el sufrimiento de “los menos favorecidos”. Los políticos reforzarán las promesas, baladas de sirenas, con una de sus mejores sonrisas, esas que parecen promocionar un dentífrico a la americana.  El pueblo, como es  costumbre, a final de cada año alargará el bostezo ante tanta comedia y entonará ‘Asturias patria querida’. A los pobres de solemnidad nada de toda esta murga les interesa. Y es que "El ejecutivo del Estado moderno no es otra cosa que un comité de administración de los negocios de la burguesía” Esto, forastero, no lo dijo uno que estaba arando en un cortijo, sino un tal Karl Marx.

Nada debe de extrañarnos, pues ya lo manifestó Don Quijote en una afirmación con la que el buen hidalgo pretende exculpar los episodios en los que sale malparado, pero que revela una actitud indulgente hacia las debilidades del ser humano: “No hay historia humana en el mundo que no tenga sus altibajos. A fe que no fue tan piadoso Eneas como Virgilio le pinta, ni tan prudente Ulises como le describe Homero”.

 

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