En el año 1968 hacia el final de su andadura por problemas de salud de mi padre, volvimos a Sevilla mi mujer y yo. Más tarde, cuando intenté volver a Frankfurt (Alemania), donde teníamos nuestra residencia al intentar renovar mi pasaporte me vi obligado a permanecer en Sevilla al negarme la policía de Franco la renovación del pasaporte. Golpe duro que nos obligó a cambiar nuestro sistema de vida. Todo por escribir en favor de la democracia y la libertad en mis críticas literarias.
Curioso que ese año el premio de la Editorial Planeta le correspondió al sevillano escritor, periodista y catedrático Manuel Ferrand, que causó revuelo en el cotarro literario de la denominada izquierda hispalense. Lo cierto fue que le dediqué una reseña más bien favorable a la novela premiada Con la noche a cuestas. Una sencilla narración sobre la gente humilde que malvivía alrededor del naciente barrio para acomodados de la fortuna llamado Los Remedios.
La vida continúo su curso y yo sin pasaporte por ser demócrata y antifranquista. La editorial Planeta continuaba su andadura hacia la cúspide de los tiempos con una publicidad de tentadora oferta. Pasaron los años y el dictador Franco, creo recordar, subió a los cielos donde fue muy bien acogido. Y pude recuperar mi pasaporte y volver a la Europa de la democracia junto con mi mujer, aunque ya habíamos decidido vivir en una Sevilla estrenando la democracia, abriéndose camino al andar.
Pero la vida sigue y la editorial Planeta continúa impávida su caminar ascendente, siempre con la incógnita polémica de que el segundo escritor puede ser de más calidad literaria que el elegido triunfador. Entonces, estalla la noticia con dinamita política al conocerse que el Premio Planeta de 1977 es otorgado a Jorge Semprun con la novela Federico Sánchez, seudónimo del autor del premio literario. Cuando se ha producido la expulsión de Semprún, Claudín y otros importantes miembros del Partido Comunista de España siendo Santiago Carrillo (1915-2012) secretario todopoderoso del Partido.
De nuevo en el año 2000 sucedió algo curioso cuando el autor finalista tenía más calidad literaria, muy superior al elegido por Planeta. El jurado concede al escritor Salvador Compán el segundo premio con novela Cuaderno de viaje. Una interesante historia que transcurre en 1874, en una España que se resiste a abandonar el Romanticismo. Un escritor de poca fortuna es llamado desde sierra de Cazorla por un pariente lejano. La carta en donde se le pide que acuda al sur es ambigua en la definición del trabajo que tendrá que hacer allí y, a la vez, liberadora, pues supondrá para el escritor una oportunidad de huir de Madrid, recién tomada por los artilleros de Pavía, van desarrollándose los temas que impone el viaje: la falsificación de una vida, el nacimiento de una novela y la lucha por el poder.
La política de este Premio Planeta es sorprendente cuando estalla una doble discusión de dicho Premio. Que al parecer se le tenía prometido al escritor andaluz Manuel Barrio, bastante amigo servicial del fundador y presidente José Manuel Lara, Barrio buen profesional de la radio, dotado de gracia, estilo de una obra importante por su variedad y criterios diferentes. Pasan años de premio, agasajos y fortunas y trapicheos en el mundo literario hasta llegar a Nuestro planeta tierra se encuentra lo que se dice quienes se consideran bastante enterados para bien y para mal de este laberinto de la madre patria no podía faltar el de Planeta literario con toda la enorme expectación con reina incluida. La novela lleva el título de La bestia y está escrita a seis manos. La bestia está ambientada en Madrid en 1834. Agustín Martínez, Jorge Díaz y Antonio Mercero son los tres ganadores tras el pseudónimo de Carmen Mola.
Tras este apretado viaje por el mundo político y “coge el dinero y corre” los que amamos la literatura, observamos que el Premio está arropado por un millón de euros, que, sin estar en contra de ello, si considero que dinero y literatura van cogido de la mano como muestra de una poderosa familia empeñada en ser la más importante en el rin de la competencia, que se juega el pulso del poder en el mundo del libro. Mientras desde un balcón Thomas Mann lee La montaña mágica mientras por el fondo parece sonar el bolero de Ravel.