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La Historia Judía de Andalucía, nueva exposición

Del 25 de enero al 3 de marzo podrá visitarse en el Palacio de los Condes de Santa Ana la exposición “La Historia Judía de Andalucía”, producida y comisariada por el Centro Sefarad-Israel.  En ella se hace un recorrido por la historia, el legado y la presencia de las comunidades judías en Andalucía.

Catálogo de la exposición:

El Judaísmo es el conjunto de visiones y configuraciones que el hombre judío establece a partir de sus relaciones con su Dios, la Naturaleza y él mismo desde un planteamiento religioso-cultural.

El Pueblo de Israel es conocido como el Pueblo de la Alianza y el Pueblo Escogido, Dios elige al Pueblo y el pueblo elige a Dios entre todas las divinidades.

Entre ellos –los patriarcas y Dios– se acuerdan alianzas (ha-brit, הַבְּרִית) que hay que renovar de forma constante entre Dios y la naturaleza. Dios es el vínculo entre el hombre y la naturaleza.

Dios le asigna un símbolo a cada Alianza: A la de Noé y la naturaleza un Arco Iris (Ge 9, 11-16), a la de Abraham y su posterioridad la circuncisión (Ge 17, 6), etc.

Desde la Edad Media los judíos emplean el nombre Sefarad para referirse a la Península Ibérica. Para entender el uso de la voz Sefarad por parte de los judíos contamos con dos tipos de fuentes, las clásicas y las medievales.

En lo que se refiere a las fuentes clásicas, el nombre Sefarad aparece por primera vez en la Biblia, en el libro de Abdías (1,20): «y los deportados de Jerusalén que están en Sefarad ocuparán las montañas del sur».  Será una de las traducciones arameas oficiales (el Targum Jonatán) la que identifique Sefarad con un territorio conocido como «Aspamia».

El judaísmo medieval y especialmente el andalusí, no tiene duda alguna de que Sefarad sea la Península Ibérica; de hecho, sus habitantes configuran mitos y se vinculan a etnias tribales a partir de esta etimología. Así, por ejemplo, en el al-Andalus del siglo XI, Yoná ibn Yanaj de Córdoba identifica ambos topónimos con al-Andalus en su Libro de las Raíces, el primer diccionario de hebreo ordenado por raíces de la historia: «“que están en Sefarad”: el Targum dice “que están en Aspamia” y es todo el mundo sabe que Aspamia es al-Andalus».

Los propios judíos andalusíes van a imaginar y crear mitos sobre el momento de la llegada a Sefarad de su comunidad. Las principales dudas que tenían eran si habían llegado a la península tras la conquista de Jerusalén por Nabucodonosor (597 a.C.) o si fue tras la destrucción del segundo templo por el emperador Vespasiano (70 d.C.).

Para hallar la respuesta a esta cuestión los judíos andalusíes recurrían a la exégesis o interpretación del pasaje bíblico del libro de Abdías. Así por ejemplo, en el siglo XII, Abraham ibn Ezra defiende que llegaron tras la diáspora ocasionada por la conquista romana y no antes, como defendían otros sabios andalusíes del siglo XI: «Jonatán ben Uziel tradujo Sefarad como Aspamia. Esta es la deportación de Tito, por lo que esta profecía se refería al futuro y no como dijo Moshe ibn Cheqatilla: es la diáspora del primer templo».

Los judíos andalusíes tenían sus propias tradiciones locales sobre el nombre de la Península y así se recogen en tratados andalusíes redactados en judeo-árabe en el siglo XII, como el Libro de la Disertación y el Recuero de Moshe ibn Ezra:

El pueblo fue trasladado a Sarfat, «Francia», o a Sefarad, «al-Andalus» en árabe, gentilicio de un hombre llamado Andalisán, en época del antiguo rey Izdihaq. En latín es Ispania, también es gentilicio de un hombre que fue su dueño bajo dominio romano, antes de los godos, que se llamaba Ispán. La capital de su reino era Ispulia (Hispalis), llamada así debido a su nombre, aunque los antiguos la llamaban Aspamia.

El hecho de identificar a Sefarad con la península Ibérica tenía su importancia para la comunidad judía andalusí, ya que de ser así, como la propia Biblia afirma, sería los descendientes directos de los habitantes de Jerusalén, de las tribus de Judá y Benjamín. Según los propios judíos andalusíes este origen es el motivo del esplendor cultural de su comunidad. Según afirma Moshe ibn Ezra en su Libro de la Disertación y el Recuero que «no cabe duda de que las gentes de Jerusalén, de la que proviene nuestra diáspora, eran las más conocedoras de la corrección del idioma y en la transmisión de la Ley, respecto a los demás pueblos y ciudades».

El humanista Benito Arias Montano (1527-1598) identificará en la voz Sefarad una trascripción de las mitológicas Hespérides, ninfas al cuidado de un maravilloso jardín situado en los extremos de Occidente. Las lenguas semíticas, como el hebreo, el árabe y el arameo, se caracterizan, morfológicamente, por la existencia de un morfema radical o raíz, generalmente de tres radicales, y de un morfema funcional o forma, esto es, la raíz con suplementos vocálicos y consonánticos que expresan los diferentes matices de un significado general. Esto es lo que ocurre con la raíz s-l-m (estar sano y salvo), de la que se derivan los saludos, en árabe y hebreo, SaLāM-ŠaLoM, o conceptos tipo iSLaM y muSuLMán. Así fue como Benito Arias Montano reconoció en la palabra hebrea de cuatro radicales SeFaRaD (ספרד) la voz griega heSPeRiDes (Ἑσπερίδες).

Esta etimología del siglo XVI sigue vigente en numerosos ambientes y publicaciones; sin embargo, hoy en día se sospecha que, en origen, el topónimo bíblico debe localizarse de algún punto o zona de Asia Menor.

Prof. Dr. José Martínez.  Universidad de Granada.

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