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"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

País de abejas, ¿país de miel?

La abeja obrera vuelve zumbando a su colmena. Después de una larga jornada de flor en flor recolectando polen en pro del interés general de su comunidad, por fin regresa. Mas no es el descanso lo que le espera, pues hay unas cuantas hambrientas larvas en su celda, en su madriguera. Toca otra larga jornada en la industria melera. Y así hoy, y mañana otra entera.

La abeja soldado es más grande y tiene las patas más largas que su congénere obrera, pero a su vez la cabeza más pequeña. Es la garante de que la paz social se mantenga en la colmena, ya la amenace un enjambre rival externo, ya se le ocurra a una proletaria levantar las antenas un poco más de la cuenta. Indiferente le es el método y quien en su camino se interponga. Fuerza y obediencia ciega al poder es su lema. Si la infractora sobrevive, se le aplicará el Código Panal. Es una variante de la obrera, con el cerebro lavado.

No puede faltar la abeja reina, que se vanagloria de que reina pero no gobierna. Rodeada de su séquito de -otros- zánganos, se dedica a aparecer en “Televisión Colmenera” besando a larvas, en el entierro de las soldado caídas en combate, o visitando a otras orondas monarcas extranjeras para repartirse los campos de flores y establecer contratos de importación/exportación de jalea real.

Tradicionalmente han existido el zángano clérigo y el zángano noble (hereditario), despojados ambos legalmente de los privilegios que antaño gozaban: el primero de recibir el diezmo melero y controlar las mentes por poseer la verdad divina; el segundo de honores, señorío, propiedad de las flores y poderío.

Sobre el papel quedaron con las demás en tabla rasa. Sobre la miel, se quedó esa teoría con las patas pegadas. Ejemplos son la asignación de parte de los presupuestos generales del “Panalado” para mantener al “Arzoavispado Colmenólico” y la cantidad de zánganos clérigo (como los que predican en la diócesis de las flores del Granado) que clavan impunemente sus aguijones a tiernas larvas.

Otro ejemplo es la Zángana Duquesa -que recientemente quedó tiesa-, dueña de las tierras de la mitad del “Panalado”, recibidora de subvenciones por el cultivo de las flores no habiendo aleteado más que, flamencamente, en la feria de “Colmenilla”. Descansaremos en paz de ella.

La burócrata es un tipo mixto de abeja y zángano y es la que oficialmente tiene asignada la tarea de gobernar el “Panalado”. Toda la sociedad abejera elige “democráticamente” a los individuos que ejercerán esta tarea. Solo una minoría de ellas provienen de la clase obrera. La mayoría proceden de la reconversión de zánganos noble y clérigo, así como del zángano financiero -del que ahora hablaremos- por lo que los intereses de estos sectores suelen coincidir.

El zángano financiero es heredero de los zánganos noble y clérigo y tiene puerta giratoria para mutar temporalmente en burócrata. Es el propietario y acumulador de las plusvalías de la miel producida por la abeja obrera, teniendo la desfachatez de decir que es él quien les da trabajo. Va como abeja pelotillera en el séquito de la reina, para establecer sus empresas de jalea real en colmenas más desfavorecidas, donde las obreras consumen menos miel por producirla.

 

Tiene sus celdas privadas e inversiones extranjeras protegidas por la abeja soldado, a cambio de medio centímetro cúbico de miel más que a la obrera común.

No falta a los sermones que zumban los zánganos clérigo, con quienes comparte superioridad moral y la caridad que estos predican. Tiene los honores, señorío, propiedad de las flores y poderío del zángano noble, aunque ya no solo por razones sanguíneas como este, sino por el tamaño de sus almacenes donde se hacina miel que nunca consume. Para que nadie toque su tesoro, suele esconderlo en paraísos fuera de los límites de su “Panalado”.

Compra y vende las voluntades de muchos zánganos burócrata, que legislan para él. Alguna vez ocupa sus puestos y otras permite que estos tengan uno destacado dentro de sus subordinados. Es el verdadero gobernante de la colmena, del “Panalado”, bajo la ilusión de que son las burócratas quienes deciden.

Por último está otra variante de la abeja obrera: la abeja parada. Excluida de la sociedad, anhela las mieles de ser explotada como su hermana obrera, pues esta al menos se lleva el bocado justo para poder seguir produciendo al día siguiente. Son la misma clase, pero ambas están en constante lucha por mantenerse como individuo dentro del estatus obrero, soñando con las imágenes que “Telezumbidos” les ofrece, diciéndoles que con esfuerzo y sacrificio llegarán a ser zánganos financieros.

Abejas obreras y paradas, mayoría absoluta son en todas las colmenas. Los zánganos siempre las exprimieron y las antenas plegaron, aunque ahora parecen estar despertando del letargo. No estaría de más que las abejas soldado se dieran cuenta de que su labor de garantizar la paz social, sería llevada a cabo con más facilidad y eficiencia si se pusieran del lado de la obrera y la parada para repartir equitativamente el trabajo y la miel. Eso, lógicamente, no se consigue salvaguardando los intereses del zángano especulador y apaleando a los congéneres.

Esta es, con sus más y sus menos, la descripción de una colmena llamada España. La cuestión que se plantea a las demás abejas compatriotas es: ¿les sabe a ustedes a dulce miel?

 

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