Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Felicidad enmascarada

Qué larga parece la espera en esos días de Febrero, cuando el carnaval termina y ponemos la vista en el siguiente. Da la sensación de que queda un mundo por delante para volver a escuchar nuevas coplas y sentir de nuevo la sensación de respirar a ritmo del 3x4.

Sin embargo, el tiempo va corriendo sobre el almanaque acercándonos, casi sin darnos cuenta, a un carnaval más. Sentimos entonces que,  quizás, la espera no ha sido tan lenta.

Nos encontramos a las puertas de una nueva entrega del carnaval de Cabra. Tenemos ante nosotros otra vez la ilusión, las ganas. Sacar nuestra entrada para el Jardinito, sentarnos frente a la televisión, o al calor de la radio y empacharnos de coplas, de risas, emociones, nervios. De pasión.

Es esa época del año que nos hace olvidar todas las penas. Nuestro estado natural; nuestra sana droga. Contamos los días con el único propósito de que, cuando por fin llegue, no se pase volando.

Es un estilo de vida; una forma de entenderla. A quienes se nos eriza la piel cuando mencionan febrero, no hay otra cosa que nos mantenga tan en vilo, que saber que nuestra felicidad se encuentra ya a la vuelta de la esquina.

Los últimos retoques a los trajes, el complemento de última hora, los ensayos. Con la aparición del cartel, realizado este año por el egabrense Luis Sánchez, nos hace darnos cuenta de que, aunque alguna vez nos lo planteásemos, nunca podríamos escapar de aquello que nos atrapa, de aquello que marca nuestros días en este mes.

Así, con arte; con gracia. Sin rivalidad. Grupos de amigos que se reúnen cada noche para ensayar; con la mirada puesta en el bendito Febrero: el Concurso de Cabra y el aire carnavalesco que inundará de fantasía y alegría las calles de nuestro pueblo. Con el único propósito de plantar cara a los desplantes de la vida con humor. Con ironía. Disfrutando.

El compás de una caja y un bombo, la melodía de una guitarra, un pito de caña y la belleza de las voces de doce amigos acompañan a las ganas y la ilusión en el honor de poder cantarle a su pueblo.

Por encima de aquellos que alimentan la mentira de la rivalidad, se muestra triunfante la gloria y la humildad de los carnavaleros que durante tantos meses dedican horas y horas a su pasión, entre risas y esfuerzo, para cantar al mundo su visión de la vida, el amor a su tierra y la hermandad entre compañeros.
Pasen, vean, sueñen, escuchen, sientan...Estoy seguro de que repetirán.

Porque el Carnaval engancha. Nos entra por los oídos, los ojos, el sentido...va recorriendo poco a poco todo nuestro cuerpo hasta llegar al corazón, de donde jamás se marcha. Permanece en nuestra alma alimentando más y más una pasión eterna que nunca desaparece.