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Mudanzas de lo Azul, de Jesús Cárdenas

Mañana miércoles 27 de noviembre, el poeta Jesús Cárdenas (Alcalá de Guadaira, 1973) recogerá en Sevilla el Premio «Juan Sierra» de poesía joven, por su poemario Raíces de ser, dentro del VI Premio «Florencio Quintero» de la hispalense Institución Noches del Baratillo. Un galardón más que se unirá a los ya conseguidos: el Primer Premio en el XVI Certamen de Poesía «José Mª De Los Santos», convocado por el Ayuntamiento de El Viso del Alcor, por Algunos arraigos me vienen, en 2006; y el premio en el Concurso Internacional de Poesía «Latin Heritage Foundation, Washington», 2011, por el poema «Días grises». A esta trayectoria laureada, hemos de añadir sus dos poemarios La luz de entre los cipreses (En Huida, 2011) y el reciente Mudanzas de lo azul (Vitruvio, 2013), al que prestamos atención en este artículo.

Mudanzas de lo azul comienza con el poema «La curvatura solitaria del azul», en el que nos habla del tiempo y, en especial, de lo que este rige, la vida:

Sabes que naufragar,

que se lleve en volandas

azules ilusiones,

o seguir avanzando,

depende únicamente

del porte del azar,

no del soplo del viento.

Así, diversas facetas de la vida se conjugan en la poética vertida en cada una de las cinco partes de este volumen. La primera, «La hora del té», nos presenta lo dispar de la palabra, desde la hermosa que «en vano buscas adueñarte de ella» hasta la ingeniosa metáfora en que se vuelven avispas y que salen de nuestra boca aguijones:

Y encuentran su panal en la Gramática,

su blanco fijo en el flaco adjetivo.

El mismo sentido encontramos en el poema «Demasiadas crueldades», cuyo primer verso resulta clarificador para comprender que la palabra también puede ser infame:

¿Qué historia no encierra una mentira?

El poeta ha de trabajar como un alquimista, como si las palabras fueran joyas y ajustarlas como sortijas, como nos dice en «El oficio», ha de encontrar el modo de reflexionar y representar sobre el mundo y la sociedad que se construye con palabras:

¿Qué sabrá la poesía de la vida

si mata el tiempo

en desvelar tanto misterio?

Respuesta a esta pregunta la encontramos en el mismo quehacer poético de Jesús, que lo muestra en el resto de secciones del poemario. De este modo, la segunda parte, titulada «En vibrante sacudida», la melancolía y la tristeza son los rasgos tonales y temáticos de su poesía; y, además, supone el punto de partida del hallazgo de un verso profundo y sincero y del uso de la metáfora. Ejemplo de esto es «Tocando fondo», «Espejismo» o «Gris», que concluye con una de las imágenes más logradas:

Íntimo en el espejo,

vanos deseos sin devolución.

El cristal quiebra en dos.

«El mar desde la orilla» es la tercera parte, en la que a modo de capítulos, insistimos, la poesía ofrece una representación de la vida, Así, desde el guiño literario de la «tersura eterna de Dorian» y la imagen de la piel mudada:

[…] se muestran las escamas;

muerte en vida, y la vida, al cabo, en muerte.

Hasta la soledad de los poemas «Apoyado en la ventana» o «Playa de solitarios».

Sensualidad y sugerencia son los rasgos más destacados en la sección «Mecanismos eróticos», no sólo mediante metáforas, sino también mediante el empleo de enumeraciones, que aportan vivacidad a los rasgos arriba indicados. Destacable es «Pequeños paraísos de luz», en el que adivinamos el afán viajero de la poética vital de Jesús Cárdenas:

Fuimos en busca de ciudades donde perdernos

Florencia, Venecia, Peruggia, Cortona…

persiguiendo la luz, y sus olores,

y aprendimos a pronunciar en italiano

agua, helado, puente, corazón, y los posesivos.

No tardamos en aprender

a dormir fundidos de madrugada.

[…]

Dispuestos  a respirar, a palpitar, a gemir

en aquella ciudad que parecía nuestra.

En esta sección del volumen, hallamos el uso intensivo de la metáfora en poemas breves que forman un gran conjunto de temática amorosa y erótica; por lo que adquieren más fuerza como grupo de poemas que de forma individual. Ejemplo de ello es «Desbocado», «Mudanzas de animal» o «Sensualidad en el boceto»:

El hueco de la palma

crecía como un pecho insinuado

o fruta apetitosa.

Por último, el volumen se cierra con la parte titulada «Mudanzas del viento», la más lograda del conjunto y, en coherencia con lo apuntado antes, la que mejor ofrece la profundidad de su verso y el acierto de sus imágenes. También vuelve a tener una presencia muy importante la palabra:

Son diminutas las palabras,

«desconsoladoras» –debes decir–. («Mujer con el rostro pegado a la ventana»)

De  lo único que presumo es de tener palabras. («Mudanza interior»)

Y, sobre todo, la construcción de «mudanza», como un término poético que va más allá de la metáfora o de la sugerencia. La mudanza, que se anuncia en el título y se enuncia encubierta a lo largo del poemario, se desenmascara y se hace explícita en esta última parte, logrando crear un motivo dinámico de la poesía de Jesús; tanto como un ánimo vital («tú vences a esa muerte que deja de ser pregunta para ser duda»), que como «el arte de mudar en la sensible piel de los recuerdos». De igual modo, para concluir, el poema que se llama sencillamente «Mudanza» nos brinda la clave de su poética:

Todas aquellas cosas ahora atadas:

la música, tu piel, la madrugada.

Vino primero tu cuerpo a mis ojos.

Luego a mis manos Y quise sentirlo.

No tardó en irse de mi trayectoria

su tierna fluctuación, su vencimiento.

Pude sentirte detrás de mi espalda,

pero antes de rodear con mis brazos

tu cuerpo, sólo el rastro de tus ojos.

Ya no pregunto qué dicen los ojos.

En efecto, la poesía, su poesía, acontece con nosotros y, cuando vuelva, porque así es la labor de este oficio traído y llevado de las musas, se nos notará en los ojos y en todo lo que en ellos pongamos.

No quiero terminar sin aludir, aunque sea de paso, a la influencia de Cernuda en la construcción de la metáfora, y de Dolors Alberola y de Benítez Reyes en su uso. También hay ecos de Hierro y de Basallote.

Por esto mismo, mis felicitaciones al poeta Jesús Cárdenas por ese nuevo premio. Porque siga mostrando las mudanzas en los ojos.

 

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