Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Los gestos

En los últimos días de febrero, el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, visitó las tumbas de Antonio Machado y de Manuel Azaña, ambas en Francia, debido al exilio que sufrieron por la Guerra Civil y la terrible suerte que les hubiera esperado de haber sido apresados por el bando franquista. Debo reconocer que me ha sorprendido gratamente este gesto del presidente: recordar a dos de los grandes hombres de la Cultura y de la Historia de nuestro país por todas las personas que se exiliaron hace ochenta años merece mi respeto y reconocimiento, y debería serlo para el conjunto de España.

Pero, como parece ser habitual en él, a Sánchez no le sale nada del todo bien, no sé si por falta de una buena asesoría o porque confía en que la memoria es frágil (a la conocida confusión de Fray Luis y San Juan de la Cruz en su libro, me refiero). Lo de que «España tendría que haberles pedido perdón», palabras suyas, tenía que haberlo matizado más, pues la España de la II República era democrática, la arrebatada y derrotada por el fascismo, y la España actual es también democrática, a lo que se suma que Dolores Rivas Cherif, viuda de Manuel Azaña, ya había tenido gestos de perdón y reconciliación tras la dictadura con los reyes Juan Carlos I y Sofía e, incluso, recibió una medalla conmemorativa de la Constitución del 78 que enseñaba «con emoción a sus visitantes» (así se expresa en un vídeo de RTVE donde se le entrevista). Quizá Pedro Sánchez pensara que España debía perdonarse a sí misma, como si parafraseara a Unamuno, pero lo dudo. No me ha parecido desacertado que las flores emularan la bandera española actual, un reconocimiento de una bandera democrática a un expresidente democrático, yo lo veo así; pero hubiera sido redondo que hubieran estado presentes tanto la de la II República como la actual, anudadas, también unidas.

Este gesto del presidente ha sido totalmente despreciado por el independentismo catalán y basta con mencionar que se le llamara fascista, cuando iba a dar un discurso en el terreno donde hubo un campo de concentración de exiliados españoles. Habla por sí solo de la estupidez del nacionalismo catalán hoy. O que, como leo en la prensa, se coreara que «Machado es el pueblo» en las calles aledañas del cementerio de Colliure, por quienes creían que su nombre debería ser eliminado del callejero por sus ideas españolistas, es otra muestra más de sandez. Estos gestos también hablan por sí mismos y dicen del escaso sentido democrático del nacionalismo catalán.