El escritor José María Molina Caballero es uno de los nombres imprescindibles de la literatura andaluza actual, pues en su haber cuentan títulos de distintos géneros literarios, en el que se destaca la narrativa con títulos como La isla del olvido o Las estaciones del viento, entre otras, y en especial, la poesía, con once obras en total, de las que subrayamos El color de la bruma, Los signos de la memoria, Medidas cautelares o, la más reciente, Las rutas transitivas. Tampoco hay que olvidar la extraordinaria labor que efectúa desde la revista y la editorial Ánfora Nova, ni los múltiples premios recibidos: Medalla de Oro de Andalucía de las Ciencias Sociales y las Letras, Premio Nacional de Poesía Marcelino Arellano, Premio Villa de Rute Honorífico, Premio Mecenas de la Literatura Andaluza Manuel Altolaguirre y un largo etcétera.
Ante tal genial trayectoria, puede pensarse que ya no tiene nada que demostrar y, sin embargo, cada nueva obra nos sorprende por su factura perfecta, el conjunto necesario, la voz imprescindible. Las rutas transitivas (Ánfora Nova, 2024) vuelve a demostrar que José María Molina Caballero es un autor fundamental. Como hemos mencionado antes, esta obra es un poemario que se divide en cuatro partes o “rutas”, antecedidas de un “introito” y seguidas de un “epílogo”. Desde el “introito”, que solamente se compone de uno de los mejores poemas de la obra, “El paisaje cóncavo del viento”, se nos proporciona algunas de las sugerencias poéticas que el autor va a conceder en los demás poemas; ya desde el principio nos adentra en las imágenes de la naturaleza que sirven como hilo y símbolo de su poesía. Por ejemplo, la niebla, o lo que se nubla, y su íntima relación con el tiempo, la nostalgia. Y ya que hablamos de imágenes, posiblemente sea el silencio la más fuerte y persistente: “Solo el silencio nos salva del tiempo”, “silencio de ecos imposibles”, “en el silencio que brota en las aguas”, etc.; que unida a los ojos logra una sinestesia fascinante: “El silencio marchita las pupilas / con la brisa viciosa del olvido”, “Acariciamos el frágil silencio [...] En mis pupilas se mecen dos lunas”, “en los paisajes que atrapan tus ojos / con la voz del silencio”...
Otro aspecto que configura la obra es la relación entre la segunda y la primera persona, con poemas completamente escritos bajo el “tú” mayormente en las tres primeras partes. Molina Caballero emplea el “yo” en menos ocasiones (y poquísimas una tercera persona), porque prefiere la unión que declara un “nosotros”, a veces presente simplemente mediante la forma verbal que lo revela. ¿Acaso pretende en un primer momento implicarnos directamente con el “tú” para después acompañarnos en el “nosotros”?
Y José María Molina Caballero nos responde:
Un punto que sí es absoluta certeza es el empleo del endecasílabo en todo el conjunto, de manera que nos encontramos con una obra sólidamente rítmica, pues este metro aporta musicalidad y consigue que complete el significado de la lectura.
En definitiva, Las rutas transitivas no es una obra más de Molina Caballero, sino un poemario que hace que Molina Caballero sea más para la literatura de nuestra tierra, con poemas cargados de imágenes, símbolos, ritmo y de “nosotros”.