Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Escrito está en mi alma vuestro whatsapp

Del mismo modo que Garcilaso de la Vega, «cuando me paro a contemplar mi estado/y a ver los pasos por do me ha traído», me encuentro con el nacimiento, auge, caída y, en varios casos, olvido de distintas redes sociales. Si bien nacen porque ocupan una supuesta necesidad (es cuestión de descontento ante las distintas alternativas de comunicación actuales), el auge llega con motivo de que se ponen de moda. Ni que decir tiene que la caída y el olvido son fases propiciadas por el paso de esta. De lo pasado, me entristece la agonía del correo electrónico, que fue una revolución en los medios de comunicación y que hoy está desdeñado por la juventud y abandonado por el resto, para que al final haya quedado confinado para publicidad; lo que viene a ser una buena metáfora del consumo humano que genera desechos de la misma guisa que acumula correo basura.

Facebook, que acaba de cumplir diez años, y Twitter, que llegará a tal edad en algún tiempo, están en uno de sus mejores momentos. Ambos conservan parte del alma de los antiguos chats y de los blogs, ofrecen un aire audiovisual renovado que parece contentar a los que reflexionamos sobre lo recorrido y a quienes prefieren un «carpe diem» internáutico.

En esta rápida consideración, la telefonía móvil le ha quitado el papel principal a los ordenadores, que parece que finalmente quedarán como herramientas de trabajo junto a las tablets o «tabletas», como más de una vez he oído pronunciar, que, como recién nacidos, están viviendo una juventud enfocada a lo lúdico, como antaño, con nuestro primer ordenador de la adolescencia, pusimos más empeño en instalar juegos que programas para la edición de textos. Así, en el actual cine de la comunicación, el protagonismo de la telefonía móvil ha propiciado una serie de títulos muy destacados, en los que los juegos cobran mucha importancia, al mismo nivel que las aplicaciones de redes sociales y la mensajería instantánea y «gratuita», en el que incluimos el célebre Whatsapp.

En el uso de esta aplicación de mensajes, me he dado cuenta de que más del 70% de mis contactos NUNCA se ha comunicado conmigo mediante este sistema, a lo que sumo que, del 30 restante, la inmensa mayoría me tiene como receptor de cuentachistes particular o grupal, de tal manera que puedo afirmar que menos de diez personas de mi listado de contactos se han comunicado conmigo por Whatsapp sin enviarme gracejo alguno. O sea, retomando a Garcilaso, casi nadie me dice aquello de «vos solo lo escribistes, yo lo leo».

Y lo de los grupos… Alguien pone una foto (por defecto y por desgracia se te descargan automáticamente) y quedas como un maleducado si no dices algo o pones una carita. Da igual si la foto es de un árbol o de tu hijo recién nacido; el otro contacto te la envía sin preguntarte si tienes ganas o tiempo para verla. Y he aquí una curiosa cuestión… Cuando oímos el aviso de haber recibido un mensaje por Whatsapp, dejamos lo que estamos haciendo y le prestamos toda nuestra atención, pero no siempre contestamos. Recibimos una foto y asumimos que el otro solamente quiere que sepamos que está viendo un árbol o que su hijo es el más lindo del planeta… Facebook lo tiene fácil: le damos a «Me gusta», y cumplimos. Sin embargo, el Whatsapp no incluye tal opción y nos obliga a escribir algo… o a hacer como que no lo hemos visto. En más de una ocasión me ha ocurrido:

–Te envié un Whatsapp antes de ayer, ¿por qué no me respondiste?

–¿Ah, sí? No me di cuenta, –inmediatamente suena su móvil y mira el Whatsapp.

Y quienes no nos damos cuenta somos nosotros de que no importan los medios y modos de comunicarnos que existan, si no nos queremos dar por enterados. No hay peor sordo que el que no quiere oír. Ojalá todo fuera tan sencillo y evocativo como aquel verso:

Escrito está en mi alma vuestro gesto.

Ya que Garcilaso viene conmigo hoy, ¿por qué no compartir sus versos por Whatsapp? ¿Me responderá alguien?

 

Manuel Guerrero Cabrera

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