Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

El puzle de una vida

La tinta de la vida fluía por sus venas.

José M. Moreno Millán, «Piel de papel», El puzle

            El escritor, cual sabueso olisqueando un rastro, puede perseguir la inspiración hasta hallarla al fondo del rincón oscuro de ese callejón sin escapatoria de las películas policíacas. El escritor, cual Mycroft Holmes, puede aguardar, sentado en un sillón junto a la confortable chimenea de su Club Diógenes particular, esa inspiración que distraiga sus ansias intelectuales. El escritor, cual Hercule Poirot (belga, no francés) puede, a través de un sosegado proceso de reflexión, ordenar todos los vestigios, detalles en ocasiones insignificantes para el común de los mortales, transfiriendo a su privilegiada imaginación el protagonismo de resolver el acertijo de la página en blanco. El escritor puede investigar, e insuflar a ese maremágnum de anotaciones el genesíaco soplo literario. El escritor puede, en fin, excarcelar, sin condición alguna, una imaginación atareada en adueñarse de toda realidad… Pero el escritor también puede servirse de sus vivencias y experiencias personales (que para eso son suyas, y están a su disposición) y pasarlas por el filtro de la literatura, saciando así su vocación narrativa, para regalarnos, de paso, magníficas historias.

            José Manuel Moreno Millán, «egabrense» de treinta y seis años, ha publicado El puzle. Diario relatado sin consideración hacia Cronos. Cuarenta y dos breves momentos del pasado, que, como ungido por los petrificantes poderes de Medusa, el autor convierte en eternos. Y no es casualidad, sino causalidad, el uso de las comillas para el gentilicio. Porque, quienes conocemos a Moreno Millán, no terminamos de ubicar del todo su lugar de nacimiento, ni comprender de dónde remanece su prosapia. A poco que excavemos tierras de Castro del Río y Cabra, podemos encontrar raíces de su árbol familiar. Y por su familia, por el amor hacia ella, por superar la melancolía del desapego, por vencer el síndrome de abstinencia provocado por la lejanía, abandonó carrera y amigos en Madrid, arrancó el árbol que él mismo acababa de plantar, para regresar a Cabra y buscar su nueva tierra de cultivo.

            Sin embargo, Madrid se mantiene presente en sus pensamientos, en aquellos recuerdos idílicos que el autor nos brinda, a modo de relato, en El puzle, renunciando a la privacidad de ese diario de su vida; hasta el punto de personificar a la Villa: «Ella era especial —escribe en «Ella»—. Le encantaba su olor, su risa, su don de gentes, el murmullo que la rodeaba, los colores que proyectaba la luz en cada una de sus formas. Amaba dibujarla, fotografiarla, descubrirla cada día. Recorrerla por la mañana, saborearla por la tarde, entregarse a ella por la noche». Para regresar, nostálgico; como en «Soñando Madrid» («Cada noche, mientras dormía, visitaba algunos de los lugares que lo habían enamorado […]. Y así, esa madrugada, se vio llegando a una ciudad enorme envuelta en nubes de algodón…»), en «Last season» («Y al acabar el día, sentado en el sofá, buscó el DVD de la temporada pasada. Aquella en la que los personajes principales eran otros, en la que las tramas discurrían por escenarios distintos […]. Donde una vez vivió y de donde nunca terminó de irse»). O en el excepcional «Pero no» («Pero no es Madrid. Es MADRID»).

            De lo tecleado, pudiera barruntarse que Moreno Millán, transfigurado en ese personaje literario, es el protagonista de El puzle. No, en verdad. «El paraguas», brillante relato clásico, anestesiado por la ficción, introduce una serie en los cuales, salvando Madrid y la distancia, el protagonismo se reparte entre la mujer —la mujer anónima, la mujer amiga, la mujer amante, la mujer que pudo ser amor— («Ámsterdam», «Café y lluvia», «Gran vía», «El descubrimiento»…), en una sucesión interminable de nombres (Wendy, Kate, la chica de la Thermomix, Celéstica girl, la chica del yoga, la señora de la radio, Ana, Laura, Alicia, «La chica de los martes», La Más Linda); entre la mujer, tecleaba, y el optimismo y la alegría de vivir. «Yo creo que esa nube no es polución. Está hecha de sueños […], de relatos por escribir […], de ilusión por sonreír». «Al año siguiente volverían para celebrar su amistad». «Pronto se acabaría el año, pero otros mucho mejores estaban por llegar». «… emprendían el camino a un mundo de sonrisas, a un mundo mejor». «La vida, con frecuencia, suele ser perfecta». «Quedaban muchos días por vivir y muchas ventanas por abrir. Una nueva partitura esperaba a la vuelta de la esquina». «El resultado fue lo de menos. Lo importante había sido poder compartir momentos agradables y atesorar recuerdos imborrables para el futuro».

            El autor, consciente de que la vida es elección, de que somos la consecuencia de nuestras decisiones, cierra con «Los otros», sumaria complacencia autobiográfica sin atisbo de arrepentimiento: «Pudo haber sido muchos otros, pero afortunadamente, eligió ser él».

            José Manuel Moreno Millán compone, afable lector, de esta forma, relato a relato, pieza a pieza, el puzle de una vida. El puzle de su vida.