El título de este artículo está relacionado con el publicado en estas páginas por Joaquín Mesa en el mes de noviembre, donde planteaba qué se le había perdido a la virgen de la Sierra en Córdoba. Espero que a su autor no le importe que haya copiado su pregunta para darle continuidad a lo que entonces era una posibilidad y ahora es una realidad, puesto que la mayoría de los hermanos de la cofradía han decidido que la imagen de la virgen participe en una concentración de imágenes coronadas, convocadas por el obispo de la diócesis. Aquella votación contó con 329 participantes, de los que 198 votaron sí y 126 no, es decir, que ganó la posición favorable al traslado con un 60%. No he leído en ningún lugar cuál fue el porcentaje de participación, qué representan esos 329 con respecto al total de hermanos. Lo que sí pude leer es que el alcalde estuvo presente y que declaró: “Vamos a destinar los recursos necesarios a lo imprescindible, obviamente son recursos públicos y tiene que estar por delante el interés general… pero no podemos olvidar que la Virgen de la Sierra es algo muy importante para esta ciudad y que también merece el apoyo del Ayuntamiento”.

Desde mi punto de vista, uno de los déficits del proceso democrático español en su salida de la dictadura franquista reside en no haber sido capaces de construir un verdadero Estado laico, acorde con el espíritu de nuestra Constitución, y no es achacable solo a los diferentes gobiernos, sino que afecta todos los niveles, el local, el autonómico y el nacional.

El alcalde tiene razón al decir que los recursos públicos deben destinarse al interés general, también en que la devoción a la virgen de la Sierra es algo importante en Cabra (algo tan evidente que hace unos meses un alto cargo del PP me preguntó, con tono entre irónico y crítico, si en Cabra existía algo más que esa imagen) y no es menos cierto que tras la guerra civil se unieron la celebración profana de la feria con la religiosa de las fiestas en los mismos días de septiembre.

Como he manifestado en alguna ocasión, me resulta incomprensible que hasta el momento ninguna corporación democrática, ni ningún alcalde desde 1979, haya cuestionado que una imagen religiosa sea considerada como alcaldesa, y que cada año se repita un acto tan irracional como entregarle la vara de alcaldesa, que no deja de ser una afrenta para los ciudadanos que no pertenecemos a ninguna confesión religiosa. No obstante, puedo comprender que exista una colaboración institucional con determinadas costumbres. Sin embargo, cuando esas 198 personas han votado por el traslado de la imagen a Córdoba, y cuando el Ayuntamiento por boca de su alcalde se compromete a colaborar, nos encontramos con que se van a producir unos gastos que pagaremos todos los ciudadanos por algo decidido por menos de dos centenares de ciudadanos, que actuaban en ese momento en su calidad de cofrades, y que representan aproximadamente el 1,5% de los habitantes de Cabra. Y eso no es todo, y me parece lo más grave, no se trata de algo relacionado con tradiciones y costumbres egabrenses, sino de un acto propagandístico de la confesión religiosa católica y de un obispo dispuesto a utilizar todos los recursos a su alcance para que resuene el nombre de catedral a la hora de designar un edificio que en todo el mundo es conocido como Mezquita de Córdoba.

Los poderes públicos deben velar porque el dinero de los ciudadanos no vaya a financiar operaciones publicitarias de nadie, y el alcalde debe pensar si hubiese respondido igual a cualquier otra petición firmada por 198 vecinos. Claro que mucho peor sería si dijera que no le han pedido nada y que todo es por  iniciativa propia. En conclusión, no sé qué se le ha perdido a la virgen en Córdoba, eso que lo digan los católicos, pero al Ayuntamiento de Cabra sí que con toda certeza no se le ha perdido nada.