Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Dos campañas para unas elecciones

José Antonio Rodríguez

Es significativa la dispar actitud con la que los partidos mayoritarios, PSOE y PP, afrontan las elecciones generales del 20 de noviembre; no aludo, con esto, a las posibilidades de triunfo que objetivamente puedan tener, en ellas, uno u otro. Sino al diferente estado anímico de los partidarios, (desde, con excepciones, los altos dirigentes hasta los militantes de base), alejado de las formales y precavidas exteriorizaciones públicas. En concreto, mientras subjetivamente en el PSOE se consideran anticipadamente derrotados; entendiendo el 20N y, especialmente, sus consecuencias como una humillación. En el PP, apenas logran contener la exhalación eufórica del inmediato éxito.

Lo cierto es que la demoscopia fundamenta y respalda estas corazonadas. Deparando a los socialistas, en principio y si continua la implacable tendencia, su peor declive electoral en la democracia contemporánea. Opuestamente, la más abultada mayoría absoluta de los populares.

La convicción, de las dos formaciones, en que ocurra este desenlace es tan profunda que impronta estrategias, actos multitudinarios y comunicaciones; pareciendo que en vez de una sola campaña electoral, asistimos a dos muy desiguales; dependiendo de que miremos a la izquierda o a la derecha. Pero a riesgo de caer en la obviedad, podemos preguntarnos por la causa de las tribulaciones de los unos y la exuberante satisfacción de los otros.

Conocido es que el PSOE llega a las elecciones tras un cúmulo de errores concatenados, que comenzaron, al inicio de la legislatura, con la concepción de política del Secretario General Rodríguez Zapatero. Para el que la gestión de lo público consistió en dar preeminencia a la experimentación, a la distinción entre los suyos y los otros, y no reparar en comprometer el futuro colectivo, como medio para conseguir unos inciertos, caprichosos y variables fines. Tratando, en el camino, al adversario político con dicterios y desprecio. Culminando con la impuesta elección de Rubalcaba como candidato, confirmando la regla de que todo lo que va mal es susceptible de empeorar.

La consecuencia es que este conjunto de equivocaciones han sido y son sufridos, finalmente, por la clase media que lo votó; pero que en esta ocasión, evidentemente, no lo hará. No es extraño, por lo dicho, que se haya quebrado la fiel y disciplinada fe de unos militantes y seguidores, que andan hundidos en la decepción y la resignación, por lo que creen irremediablemente perdido. Anidando, por añadidura, la división interna en el partido; así, es sintomático que parte de los actuales dirigentes son considerados non gratos para aparecer en los mítines.

Si cruzamos, según las encuestas, desde el lado sombrío de la derrota a la soleada del resultado electoral feliz, encontramos al PP; que concurre a la cita con las urnas tras estar, ocho duros años, relegado a la oposición. De estos, en los cuatro últimos ha visto como las posibilidades de recuperar el gobierno, han ido creciendo según el país se sumía en el desastre económico; (en gran parte por la pésima gestión del Ejecutivo socialista).

Las críticas desfavorables de oponentes y detractores se concentran, principalmente, en varios argumentos. Como la falta de carisma, genio político y liderazgo (tantas veces puesto en entredicho, también, por los propios), del candidato Rajoy. Pero no hay que olvidar que Zapatero comenzó la encomienda presidencial envuelto en el oropel del carisma, despertando las simpatías dormidas y adhesiones del amplio espectro de la izquierda; desde la más moderada hasta la menos, incluyendo la sindical, asegurándose la paz social (claro, previa contraprestación). Y ha terminado siendo un esbozo, una caricatura de lo que fue. Sin que Rubalcaba suscite mayor entusiasmo (por sus, a veces rocambolescas, propuestas), ni logre desembarazarse de la marca del continuismo.     También afirman que su oculto programa (salvo contados destellos), denota un agresivo plan para conseguir una forzada uniformidad en España. Sin embargo, parece certero afirmar que si la otra parte, ocasionalmente, manteniéndose con artificios dentro de la Constitución, y también bordeándola; ha tocado los límites de la efectiva igualdad entre los españoles y los de la solidaridad territorial; sería racional dar un margen de confianza a lo que viene.

Respecto a que no gana el PP (porque convenza), sino que pierde el PSOE, nada que decir; salvo que para que esto ocurra es necesario, más, indispensable; haber padecido un gobierno como el actual. Por último, se adelanta que el PP desmantelará el estado del bienestar; aunque puede ser poco creíble asegurar que un malvado nuevo ejecutivo de los populares, destruirá lo que le acercaría a prorrogarse en el poder que anhela recuperar.

Como quiera que sea, lo que toca ahora es sopesar, por una parte, si las numerosas deudas del PSOE con la sociedad, contraídas por su último gobierno, ya están compensadas. Por la otra, si el crédito sin restricciones que se conceda al PP (si logra la mayoría absoluta) carece de garantías. Porque, como superficialmente aventuran algunos, elucubrando, traerá una regresión en lo social y solo es fruto de la desesperación y la indignación. O bien, está justificado para evitar la debilidad de un gobierno con hipotecas nacionalistas, que complicaría la delicadísima situación española.                              José Antonio Rodríguez Licenciado en Derecho. Asesor jurídico

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