Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

El lenguaje es importante, pero no tanto

En más de una ocasión he dejado por escrito mi rechazo contra los políticos o periodistas de más arriba de Despeñaperros que se mofan burdamente del acento de cualquier igual por ser andaluz, no solo de la ministra Mª Jesús Montero, aunque está claro que es la diana de esos mentecatos. Me siento orgulloso de mi acento, es el que tengo y no es ni mejor ni peor que otros. A veces incluso me alegro porque el andaluz habla el español muy correctamente, incluso es rico en la diversidad de vocabulario, mucho más que por ejemplo un castellanoleonés. Y ya no hablemos de esos laísmos y leísmos que tan mal suenan en los oídos andaluces cuando los oímos, eso sí, con el finísimo acento castellano.

Dicho esto, creo que mi preocupación por el lenguaje no deja lugar a dudas. Es más, soy fiel escuchante de la sección Verba volant que los viernes dirige el profesor universitario Emilio del Río en el programa de Pepa Fernández que se emite en RNE. Lo llevo siguiendo desde que Pepa hacía los programas el fin de semana en esa misma casa y la sección que dedica al latín y las lenguas clásicas se emitía en domingo. Qué mejor que aprender de dónde viene nuestro idioma, ahora que tanto anglicismo nos invade constantemente e intenta arrinconar nuestro vocabulario que es inmensamente rico, y que pocas veces necesita que una palabra anglosajona se cuele porque no tenemos ninguna que la pueda sustituir.

Pero el mayor peligro para el español no procede de ningún otro idioma, lo tenemos dentro de España y viene de la mano de quienes se empeñan en el lenguaje inclusivo, como ellos y ellas lo llaman (perdonen el brindis, pero no he podido evitarlo), haciendo que el leer, el hablar y el escuchar se vuelva tedioso. Sé que me estoy metiendo en un charco que podría salvar de un saltito, pero con estas calores hasta me viene bien si me salpica agüita fresca.

Desde finales de curso me venía escociendo este asunto, y contacté con profesorado que poseía la licenciatura de Filología Hispánica, e imparte Lengua y Literatura en nuestros institutos, para saber qué opinaban sobre esto que nos quieren imponer los cursiprogres de turno de hablar de los niños y las niñas, los alumnos y las alumnas, el profesor y la profesora, etc., etc., etc.

En todos los casos me comentaban que hay una máxima al hablar del uso de una lengua, la economía en el lenguaje, haciéndose fundamental. Así que empecé a aclararme.

Un 95%, para que no suene pedante lo de la unanimidad, veía totalmente innecesario las propuestas que desde algunos grupos feministas se vienen vertiendo apoyados por nuestras ministras más beligerantes. Y no se vayan ustedes a creer que mis contactados eran todos hombres, todo lo contrario, la mayor parte de mis colegas de Lengua son mujeres, y es a ellas en su totalidad a quien me he dirigido. No comparten que la igualdad llegue por saturar el lenguaje, cuando de por sí no necesita duplicidades para darse a entender, ya que existen los genéricos que se usan frecuentemente, y si se usa el masculino, porque no hay genérico, pues no se debe entender como excluyente de lo femenino, sino que está integrado y así se acepta como regla.

Es cierto que algunas compañeras me dicen que, evidentemente, esta aceptación viene de que las normas se hicieron desde un punto de vista patriarcal, y es que así era todo en ese momento histórico, pero hay que entenderlo porque lo mismo ocurre en otros países con sus lenguajes.

Alguien me decía que los filólogos saben muy bien que género gramatical y sexo no tienen nada que ver, y que el género no marcado es el masculino, sin que masculino sea sinónimo de hombre. Y añadía que al ser esto solo percibido por los filólogos, pero no por la gran mayoría de la sociedad, tenemos que el usar el género no marcado se convierte en algo de tinte "machista", utilizado como bandera para reivindicación de diferentes ideologías. Con ello, quiere decir que el problema no es la inclusividad del género, sino también las cargas axiológicas o connotativas que tienen las palabras a nivel semántico y no morfológico (zorro, zorra, etc.). Y terminaba diciendo que esto no es algo que podamos cambiar de un día para otro, sino que cambiará cuando la sociedad cambie.

Algunas hacen hincapié en que ven también necesario y fundamental que la sociedad cambie y que como el lenguaje es algo vivo también se transforme, haciendo que poco a poco se use alumnado y no alumnos, o profesorado y no profesores, tendiendo a, sin duplicar, reflejar esa igualdad que tanto ansiamos para el futuro. Pero lo que desde luego es pasarse es centrar en el ojo del huracán de la igualdad al lenguaje. Me decían que había muchísimos campos donde trabajar la igualdad de género, sobre todo en el mercado laboral, donde si bien ellas no lo padecen, sí que es cierto que hay muchos trabajos donde la mujer es tratada con inferioridad en muchos aspectos, desde los sueldos hasta los ascensos, y eso sí que es muy preocupante y donde se deben volcar el máximo de esfuerzos.

Me gustó mucho quien me dijo que el lenguaje no es inclusivo ni exclusivo, el lenguaje es lo que sirve para comunicarnos los seres humanos y, por lo tanto, es universal. Lo demás son inventos de quienes tienen que justificar su inmerecido sueldo.

Pérez Reverte y Javier Marías, ambos académicos de la RAE, ya se han manifestado sobre el asunto en varias ocasiones. Si al primero lo pueden tachar de machista, que no es mi opinión, desde luego que al segundo nadie en su sano juicio se atrevería a ponerlo como enemigo público de la mujer, y sin embargo ambos tienen claro que lo que se pretende desde el extremismo feminista es sencillamente una barbaridad. Y ya está bien de barbaridades. Cuando los expertos en filología, hombres y mujeres, opinan esto, ¿quiénes son estas políticas y feministas mediocres para imponernos su santa voluntad? Desde ahora me declaro insumiso de ese lenguaje falsamente inclusivo, que me detengan si quieren y me pongan las esposas... y esposos.

Pd- De Mª Jesús Montero he dicho que me gusta su acento andaluz, sin embargo aborrezco su lenguaje repetitivo