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Navidades paganas en Almedinilla

Almedinilla, blanco y pintoresco pueblo de la Subbética Cordobesa (en la comarca de Priego) se engalana estos días al abrigo de fiestas pasadas y presentes que enlazan paganismos romanos  con natividades cristianas desde  la importante villa romana de El Ruedo, el poblado ibérico del Cerro de la Cruz, el Museo Histórico y una serie de ofertas formativas y lúdicas como la propuesta denominada: Un Día en la Bética Romana, consistente en visitas guiadas y una comida o cena ambientada en una casa romana, con recetario del siglo I, recreaciones teatrales de mitologías grecorromanas y aspectos propios del convivium, donde además de comer se convivía en armonía (sábado 28 de diciembre y sábado 4 de enero, previa cita y para un máximo de 25 personas).

Desde Almedinilla podremos  conocer los orígenes paganos de estas fiestas que comienzan con el que fuera el  décimo mes de los romanos: Diciembre, abriendo un ciclo festivo que pasaba por ser el más jubiloso y trasgresor.

Diciembre, mes del solsticio de invierno, marcaba el nacimiento de los dioses solares con  Saturno en lugar preeminente festejado en  las Saturnalias,  que comenzando el 17 diciembre se prolongaban durante una semana. Bajo sus largas barbas y la hoz, Saturno, dios primitivo de la Agricultura y el Tiempo, reinó en los tiempos de abundancia y cuando todos los hombres eran iguales y libres, permitiendo lo que de habitual estaba prohibido. Días alocados con grandes comilonas, borracheras, inversiones sociales (el señor actuaba como esclavo, el esclavo como señor) jugando a darle la vuelta a las cosas, con la burla a las leyes y a los cargos públicos, alborotadas mascaradas y disfraces de animales y del sexo contrario.

El rey de las Saturnales, que reinaba en esa algarabía, se echaba a suertes y nadie estaba exento de ser víctima de alguna broma más o menos pesada. Con el cristianismo será el Día de los Santos Inocentes el que recoja esta tradición, que en la Comarca de Priego tenía su expresión particular hasta no hace mucho en los llamados Tontos del Castellar, el Rey de los Inocentes o bromas como las Candongas.

El 25 de diciembre se celebraba el Natalis Invicti, el nacimiento del Sol invencible, el dios de la luz Mitra,  religión de origen Indio y Persa que se extendió por todo el imperio romano y del que existe un magnífico grupo escultórico en el Museo Arqueológico de Córdoba (procedente de la villa romana del Mitra de Cabra). Mitra, que había nacido de una roca, fue adorado por pastores que  dedicaron  sus plegarias al niño-dios desnudo, cubierto tan sólo por un gorro frigio.

Ya el 31 de diciembre, víspera de la festividad de las Strenas, se celebraba con enorme bullicio el fin del año, haciendo  ofrendas a la diosa Strenia, bajo cuyo auspicio se iniciaba el Año Nuevo. Comenzaba así el mes de Enero, dedicado al dios Jano (de ahí el nombre: Ianus) dios de los comienzos y los finales,  ofreciéndole en el templo una torta de pan con sal y vino. Ese día el padrino o la madrina daban un regalo a su ahijado, habitualmente un mazapán con forma de serpiente.

También el 5 de enero, en las Compitalia, dedicado a los difuntos de la familia, se decoraban las casas con muñecos que protegían de la enfermedad y la muerte, para al día siguiente dedicarlo a la amistad  con presentes y obsequios.

La Iglesia terminó aceptando estas costumbres fuertemente arraigadas en torno a los ciclos naturales, en este caso al solsticio de invierno, incorporándolas al nuevo ciclo festivo una vez cristianizadas: El Día de los Santos Inocentes, Nacimiento de Jesucristo, Año Nuevo, Reyes,  formarán parte del ciclo del Carnaval, al que seguirá el ciclo de la Cuaresma y la Pascua.

Hoy, en un mundo mucho más acelerado que el de nuestros abuelos o tatarabuelos romanos, el tiempo no se mide ya por ciclos festivos sino en segundos. Un ritmo enloquecido que nos devora, cuál Saturno, con más avidez que nunca.

 

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