Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Rubén Gallo: Teoría y práctica de la Habana

Se nos fueron las uvas por el zumo, le creció el bello a la muerta. Retórica revolucionaria, mercantilista, donde el puterío a todo trapo es el pan de cada día. ¡Ay, si el Malecón hablara!

Nada debe sorprender al lector que suma años, habiendo transcurrido más de medio siglo de la Revolución de los Barbudos. Fidel ha muerto hace un año y el Che es pura imagen publicitaria que encuadra en todo tipo de ambientes. Sumemos las barbas blancas de los barbudos, el embargo gringo, la desaparición de la Unión soviética, sin olvidar aquellos cronopios y famas del siempre Cortázar. El escándalo político y cultural del poeta Padilla y la ruptura de alta tensión polémica entre el grupo mágico de escritores latinoamericanos y el espíritu de García Márquez que ya no tiene quien le escriba.

Es lo que con ágil prosa desnuda de prejuicios nos narra tras una estancia de seis meses en la Habana Rubén Gallo, que con crítico humor nos sitúa frente a la realidad del vivir y el mal vivir en una Habana degenerativa. Ciudad del vicio autorizado con la incógnita momificada de espalda a toda esperanza de sociedad templada dentro de unos conductos sociales. Entre todas la mataron y ella sola se murió, viejo refrán que ya no se lleva porque no calma a las moscas del panal.

La Habana es un delirio de todo lo imaginado e imaginable que ha puesto al descubierto lo que antes se hacía de “tapaillo”. Así llama Rubén Gallo al torbellino de la Transición: “es la única ciudad del mundo con bares gays administrados por el Estado y atendidos por funcionarios públicos, un lugar donde hasta hace poco había librerías clandestinas, una capital latinoamericana que reta a los lactófilos a pasar mil y una peripecias en su búsqueda de leche fresca, un espacio donde la santería marca la vida cotidiana, una metrópolis donde la gente viaja «en botella» convirtiendo así cada automóvil en un transporte colectivo y en una plataforma para encuentros inesperados”. Todo esto y mucho más aparece degenerado en las páginas de "Teoría y práctica de La Habana", que narra escenas delirantes de la vida en la capital de Cuba. Luego dónde el esperpento recordando, aquellos primeros años de la “Revolución” cuando se perseguían a los maricones. Que así se les llamaba oficialmente; los golpeaban y metían en la cárcel sin miramiento alguno por ser “enemigos de la causa de la gran revolución socialista” solo para machos y hembras de buen ver, ”Maricón el último”

“Chico  —dijo el embajador de Noruega mojito en mano—. Todos estos cubanos son gays y tienen su carrera y les ha ido bien en la vida. ¿Tú viste? Es la nueva clase media cubana. Pero todavía creen en esas cosas de santería. Así es este país. ¡Tú vas a ver ahora que vives aquí!”. Así nos cuenta el autor este viaje de seis meses metido en todo el ajo de la población habanera, para vivir ese mundo donde la “Habana podría aventajar a cualquier capital del mundo en refinamientos y escándalos con respecto a los establecimientos clandestinos de prostitución”. Dejó de palpitar aquella esperanza revolucionaria en plena libertad tan cerca y tan lejos que se derrumbaba lentamente. Hoy, el proletario ya no huele a universo, y seguro que a César Vallejo no lo leen los jineteros o jineteras en los prostíbulos compartiendo cama con los viejos y viejas turistas que dan una escapada a la Habana para disfrutar del gozo premio pago según el menú pactado entre plena luz de colores  den  tugurios amenizados con viejas canciones de amor.