Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Francisco I

Domingo Fernández Tovar

Mientras crecía por instantes la expectación por conocer la identidad del nuevo pontífice, y los tertulianos habituales se armaban un lío defendiendo en cuestión de segundos una cosa y la contraria, la desaparición en Twitter de la cuenta del arzobispo de Milán, Angelo Scola (@angeloscola), disparó los rumores de que fuera él quien resultara elegido en el cónclave para salir al balcón de la plaza de San Pedro en el Vaticano.

Sin embargo el anuncio por parte del cardenal protodiácono de que el nuevo papa será el jesuita Jorge Mario Bergoglio, que hasta ese momento venía ejerciendo su ministerio como arzobispo de Buenos Aires (Argentina) y que desde ahora será el nuevo sumo pontífice bajo el nombre de Francisco I, ponía punto y final a la creciente oleada de rumores y especulaciones que acompañan a los previos de todas las elecciones papales.

Todo apunta a que, al final, los cardenales han optado por una solución de compromiso y han decidido elegir como 266º sucesor de San Pedro a un hombre de 76 años nacido al otro lado del Atlántico pero fuertemente vinculado a la curia vaticana, cuya reforma en profundidad es actualmente una de las asignaturas pendientes de la Iglesia y uno de los primeros retos que tendrá que afrontar en su recién estrenado pontificado.

A pesar de que el cardenal Bergoglio viene precedido de una cierta aureola de aperturismo, ya son muchos los que se han apresurado a recordar su vergonzoso silencio, como el del resto de la jerarquía católica, durante los duros años en que la Junta Militar argentina sojuzgó y pisoteó la voluntad y la libertad de sus compatriotas. Aunque también es de justicia destacar que pesa en su favor y le precede su fama de hombre de mundo, dialogante, sencillo y sumamente austero.

Da la impresión de que el grupo de cardenales conservadores se ha terminado imponiendo al grupo de los ultraconservadores, y eso, por sí solo, ya es un motivo para la esperanza de que nos encontremos ante una época de apertura y cambios, aunque sean leves, dentro de una institución tan condicionada por el peso de la tradición como es la Iglesia católica.

Por su avanzada edad Bergoglio encaja en el perfil de papa de transición (como en su día lo fuera el cardenal Roncalli, en el papado Juan XXIII), aunque capaz de acometer las profundas reformas que reclama una gran mayoría de creyentes. Confiemos en que, como buen jesuita, Francisco I no siga la máxima de Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, cuando afirmaba que “en tiempos de turbación no conviene hacer mudanzas”.

Domingo Fernández Tovar

 

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