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Recientemente un amigo me comentaba con cierta alarma la decisión de la directiva de Izquierda Unida de Sevilla de ordenar a los cargos electos de esa formación que se abstengan de participar en actos religiosos. Tal intromisión en la libertad individual no deja de ser notada por cuanto supone de violencia a las conciencias de las personas desde una instancia que, en principio, debería ser ajena a las conciencias individuales, y por tanto, respetuosa con ellas.

Claro, que quien se tome la molestia de escuchar o leer las declaraciones de los miembros de esa formación, junto con la sensación de que parecen mentalmente troquelados, concluirá que ese troquel contiene un elemento hostil a todo lo que sea religión y amor a Dios.

Me parece que estas manifestaciones antirreligiosas de la izquierda son algo como para estar atentos, porque desde estas “pequeñas violencias” a otras violencias no tan pequeñas puede que haya cierto trecho, pero es un trecho dentro del mismo camino.

Tengo entre mis papeles una fotografía de un cartel un poco antiguo, concretamente del año 1936, que dice textualmente lo que sigue:

<<BANDO. El Comité Revolucionario de esta Ciudad ORDENA a todos los vecinos que depositen en la plaza pública más inmediata a su domicilio y en sitio que no interrumpa el tráfico, todos cuantos objetos, imágenes, estampas, etc. de carácter religioso que tengan en su poder, con excepción de los que por ser de metales preciosos o corrientes o de alguna otra materia aprovechable, puedan tener valor material, de los cuales se desprenderán igualmente entregándolos en el Departamento de Orden Público de este Comité. Se concede para estas operaciones el plazo de CINCO DÍAS, pasados los cuales se realizará investigación en todos los domicilios, y en el que se encontrasen objetos de los indicados, serán declarados facciosos sus moradores, y en tal carácter, serán pasados por las armas. Játiva, 24 de octubre de 1936. El Comité. CNT, UGT>>

Como puede verse, el bando del comité de Játiva no tiene desperdicio. Podrá argumentarse que había una guerra civil, sin embargo, lo que en este bando se ve no es precisamente una manifestación de guerra, sino de persecución religiosa. De acuerdo que no es esto lo mismo que lo de Sevilla. Pero si lo miramos con detenimiento habremos de convenir que no es lo mismo desde un punto de vista cuantitativo—a los cargos electos de Sevilla no se les pasa por las armas por ser cristianos—, pero es exactamente lo mismo desde una óptica cualitativa, porque el odio a la religión es exactamente el mismo en Játiva que en Sevilla; solo hay que dejar que Sevilla termine convirtiéndose en Játiva por puro devenir accidental, ya que quien persigue la religión y la libertad religiosa no distingue entre Sevilla o Játiva; es más, hoy está en Sevilla por motivos estéticos o de compromiso con lo políticamente correcto, pero su lugar está en Játiva, donde enseña su verdadero rostro.

Si hay alguien—no lo sé—en Izquierda Unida de Sevilla que estime de mayor valor sus convicciones religiosas que las políticas, debería rebelarse con todas sus fuerzas contra esa tiranía de su directiva, no en aras de ser un supuesto “faccioso” ni polladas por el estilo, sino por una cuestión de mera humanidad, de alguien que, como hombre, ni sabe ni quiere vivir sin Dios, ni tolera que cuatro canallas pretendan arrancárselo de sus entrañas. Con ello se haría un bien, no solo a si mismo, sino a todos sus compañeros, pues evitará que se pongan en camino de Játiva.

Antonio Moya Somolinos.

Arquitecto

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