Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Otra consideración sobre el Ébola

Dejo para los especialistas en medicina y sanidad las consideraciones técnicas que procedan en una situación sanitaria y humanitaria tan difícil como la que ha creado el virus del Ébola.

Quiero hacer consideraciones de otro tipo que a más de uno escandalizarán, lo cual me trae al pairo.

El Ébola es un episodio más de la lucha del hombre contra la enfermedad, a la que nunca terminará de vencer a pesar de los innegables avances logrados.

A lo largo de la historia ha habido grandes enfermedades, pandemias o epidemias que han dejado un rastro numeroso de muertos. El hombre medio del siglo XXI carece de memoria histórica de esas grandes enfermedades del pasado. Solo unos pocos libros de historia nos recuerdan aquellas situaciones dantescas que parecen borradas por el tiempo hasta el punto de desconocerse hoy de manera generalizada detalles de aquellas tragedias cuyo denominador común fue el pánico y la impotencia ante el avance de la enfermedad.

Por hablar de algo concreto me referiré a la Peste Negra, que tuvo lugar entre los años 1346 y 1353, es decir, solo 7 años, pero 7 años de horror en los que parecía que el infierno estaba aquí en la tierra. En realidad se trataba de peste bubónica, cuya causante era una bacteria que se transmitía por las pulgas que a su vez vivían en las ratas negras. La poca higiene medieval hizo el resto. El resultado—los muertos—fue atroz: Sin contar en otras latitudes, en Europa, que entonces contaba con unos 80 millones de habitantes, murieron alrededor de 50 millones. España, que contaba con una población de 8 millones de habitantes, quedó reducida a dos y medio. El freno de la epidemia no tuvo lugar porque se curara la gente, sino porque hubo un momento en el que la peste era de inferior potencia que el sistema inmunológico de los que quedaban vivos; es decir, que la epidemia mató a todos los que pudo matar.

Sin lugar a dudas las precedentes cifras ilustran mejor que nada la magnitud de la tragedia, aunque no faltan muchos testimonios históricos escritos que la describen con detalle. Petrarca, por ejemplo, cuya novia murió víctima de la  peste, se refería a la enfermedad escribiendo unas palabras que han resultado proféticas: “Oh feliz posteridad, que no experimentará tal abismal tristeza y verá nuestro testimonio como una fábula”.

Hay muchos más testimonios, pero quiero quedarme con la idea. Hoy día es evidente que el hombre ha ganado mucho terreno a la enfermedad. Hace 30 años parecía que el sida iba a hacer estragos en la humanidad y actualmente, no es que se haya vencido, pero la enfermedad está controlada, quienes la padecen no mueren y pueden llevar, mediante un severo tratamiento, una vida dentro de lo normal. Con el Ébola ha cundido en España un pánico similar al del siglo XIV como consecuencia de solo dos muertes y se ha puesto en práctica un imponente protocolo de protección con el que parece se ha controlado la enfermedad. Verdaderamente el hombre ha adquirido mucho poderío...

Sin embargo, yo pienso que sería oportuno que Dios, dueño y Señor de todos los virus y bacterias del universo, y Señor de la historia, enviara una plaga a toda la humanidad como castigo, porque la soberbia del hombre contemporáneo ha llegado demasiado lejos. Es mucha la impiedad, mucha la irreligión y la increencia, mucha la idolatría, mucha la lujuria, la soberbia, la ira, la envidia, el odio acumulado en el corazón del hombre, mucho el egoísmo…Haría falta una purificación generalizada. Haría falta algo tremendo que hiciera más humilde al hombre, que le bajara de su pedestal autoidolátrico, que le hiciera reconocer el poder de Dios. Haría falta un castigo, aunque me viera yo entre las víctimas. Por mucho menos de lo que hoy abomina el hombre, Sodoma y Gomorra fueron arrasadas hace 40 siglos bajo fuego y azufre en la zona del Moab. No entiendo la paciencia de Dios con la humanidad actual y no me extrañaría que en cualquier momento estallara.

Cuando tuve las primeras noticias del Ébola pensé que podría haber llegado ese momento similar al siglo XIV, una necesaria manifestación del poder de Dios que hiciera recapacitar al hombre de nuestro tiempo. Parece que de momento no va a ser así. Me alegro que Teresa Romero se haya curado del Ébola y que este no se haya propagado en nuestro país. Es una victoria humana de la medicina. Pero también es un signo de la paciencia de Dios, que no todo se arregla con millones.

Parece que el Ébola tampoco va a servir para que el hombre piense por un momento en Dios a pesar de los 4.500 muertos que lleva, que por otra parte, están ahí lejos, en África. Parece que el único lenguaje que el hombre entendería es el de los millones de muertos, no los miles de muertos. Mientras tanto, todo se reduce a pura técnica; la enfermedad es un simple fallo de una máquina. Dios sigue sin existir. El tsunami de Japón de 2011 tampoco hizo reaccionar a casi nadie, como la tragedia del volcán Nevado Ruiz de 1985 o de Martinica en 1902.

¿Qué es lo que necesitaría el hombre para cambiar?

 

Antonio Moya Somolinos

Añadir nuevo comentario

Plain text

  • No se permiten etiquetas HTML.
  • Las direcciones de las páginas web y las de correo se convierten en enlaces automáticamente.
  • Saltos automáticos de líneas y de párrafos.