Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Morir en Andalucía

Tengo un amigo cuyo padre murió en Madrid y según la normativa sobre el impuesto de sucesiones, solo le tocó pagar 101 euros como cuota tributaria de tal impuesto. Pasados unos meses, estábamos los dos con un amigo común, abogado, y se nos ocurrió a los tres calcular cuanto habría tenido que pagar el primero en el caso de que su padre hubiera fallecido en Andalucía. La cifra ascendía a treinta mil euros aproximadamente. Es decir, que compensa morirse en Madrid.

Treinta mil euros no son mucho dinero en términos absolutos, aunque duelen si se tienen que pagar de impuestos; pero me hacen entender que quienes realmente tienen mucho dinero, tengan ya establecido dónde se van a morir, mediante domicilio en la comunidad autónoma elegida y mediante otros “dispositivos” que lleven a que en los papeles figure como su lugar de defunción un lugar donde los impuestos sean más llevaderos para sus herederos.

Andalucía es de los lugares donde no conviene morirse porque la Junta de Andalucía, cual sanguijuela, no solo extrae la sangre en vida de los contribuyentes, sino que a la muerte de estos, la emprende con sus herederos. Como quiera que los muy ricos ya saben buscarse la vida—y la muerte—para escapar de tal voracidad, a la postre, los saqueados son la gran masa de los pequeños y medianos propietarios, cuyo patrimonio sería de interés que lo siguieran manteniendo para que se consiguiera una clase media, tan deseable en la vida económica.

Tengo entendido que la Junta de Andalucía también se lleva un 4,5% más del impuesto de la renta de las personas físicas que lo que se lleva Madrid. No se si se llevará algún diferencial más en otros impuestos, pero sumando poco a poco de un lado y de otro, la imposición en Andalucía es comparativamente mayor que en Madrid. Puede que a alguien esto no le diga nada, pero a lo mejor tiene algo que ver con el hecho de que mientras en estos siete años de crisis, en los que Andalucía no ha hecho otra cosa que perder puestos de trabajo—hasta llegar a un 34% de paro—Madrid no ha hecho otra cosa que generar empleo, que parece ser el resultado final de una serie de indicadores económicos.

La subida de los tipos impositivos tampoco parece ser buena ni siquiera para llenar las arcas de la Administración. Según la curva de Laffer, llega un momento en el que, a pesar de subir más la carga impositiva, se recauda menos, debido a la picaresca, la disminución de la riqueza de los contribuyentes, etc., y sobre todo a la desmotivación: me contaba un amigo que en España, por término medio, los españoles trabajamos la mitad del año para Hacienda en forma de IVA, IBI, IRPF, impuestos indirectos y demás variopintos tributos. El ahogo de los impuestos y la burocracia es lo que arruinó al Imperio Romano y lo que ha terminado haciendo inoperantes a muchos estados. Por el contrario, tenemos la experiencia de estados que han parecido revivir cuando se ha moderado la imposición. Esto es así porque el ser humano ama lo suyo, pero no lo de dueño ajeno, y menos lo que no tiene dueño o no se sabe bien quién es.

Volviendo al impuesto de sucesiones, ya es triste que le sangren a uno, sin misericordia, en vida, como para que no le dejen en paz cuando se muera, sobre todo mediante un impuesto que grava por segunda vez lo que ya había sido gravado durante la vida mediante otros impuestos. Pero esto es lo que hay en Andalucía. No sé si será porque nos toman por más tontos que el resto de los ciudadanos del Estado o porque cuentan con que nos las damos de más pícaros que ellos de modo que lo que otros consiguen mediante unas normas más racionales, esperan que nosotros lo consigamos saltándonos las normas que tenemos. Así nos va.

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