Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

El arte de lo posible

En los primeros años de nuestra reciente democracia, teniendo en cuenta que no teníamos experiencia de participación política, se hablaba bastante en medios de comunicación y libros sobre cómo se tenía que llevar a cabo la democracia y en qué consistía la política. Hoy todas esas cosas parece que se dan por sabidas y el debate político ha perdido calidad en ideas pasando a ser un cúmulo de opciones integradas en lo políticamente correcto, aunque esto último se piensa, pero no se dice. En suma, faltan ideas de fondo que posibiliten planteamientos audaces. Quizá eso es una de las causas por las que estamos encerrados en nuestra poliédrica crisis sin recursos para salir de ella.

En época de la Transición se pensaba más, éramos todos más audaces, estaba todo por hacer, había ilusión y buena voluntad, cosas que faltan hoy día. La crisis económica no ha venido sola; ha puesto de manifiesto otros fantasmas que veníamos incubando de tiempo atrás. Vivimos en un país con la moral baja, excepto en el circo, que no en el pan.

Una idea que circulaba con cierta frecuencia por aquellos primeros años de política democrática es la que se formulaba con las palabras de que “la política es el arte de lo posible”. Esta idea admitía dos o más significados: podía significar que en política hay que partir del optimismo porque a todo se le puede buscar siempre solución. Quizá fue ese el optimismo que presidió la Transición e hizo que la paz presidiera las divergencias políticas que existían y se buscase ante todo convivir, aun a costa de ceder en lo que se pudiera.

El otro significado también alguno se atrevía a explicitarlo en raras ocasiones, aunque creo que a la vuelta de los años es el que ha prevalecido, si bien inconfesado. Dicho significado es el de considerar que la política es el arte de hacer posible todo, lo ético y lo perverso, siempre y cuando responda al secreto interés de la propia y egoísta conveniencia. En una palabra, la política es el arte de Maquiavelo: si para conseguir los propios propósitos hay que matar, se mata; si hay que mentir, se miente; si hay que robar, se roba. Desde la política todo eso es posible: la política es el arte de lo posible. En los 35 años de democracia ya tenemos abundantes casos de todo esto hasta el punto de que la clase política es hoy día el paradigma de la corrupción y de otras cosas.

El pueblo sabe esto; los que somos del pueblo sabemos que, para la clase dirigente, la política es el arte de lo posible en esa segunda acepción. Y lo peor es que dentro de “eso” posible se incluye la permanencia en la política de quienes no tienen más ideal que su propio egoísmo corrupto, por lo que recambiar a la clase política por otras personas con unos ideales menos turbios es poco menos que imposible ya que los políticos, aunque parezca lo contrario, tienen sus puestos mayoritariamente blindados, lo que los hace indesbancables, así como sus emolumentos, que en la mayoría de las veces no se reducen a un visible sueldo a final de mes. Botón de muestra de esto es la dieta de 1800 euros que perciben 62 diputados de provincias en concepto de alquiler de vivienda, cuando tienen todos ellos una vivienda en Madrid además de la de su ciudad de origen.

En muchísimos ciudadanos españoles hay un clamor por la regeneración política, pero esta nadie sabe cómo ni cuándo puede venir ni quién la puede traer. El Papa, en su última Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, en el número 205 dice lo siguiente: “La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común”. También el Papa Emérito en su primera Encíclica Deus Cáritas Est definía la política como “caridad social”. Creo sinceramente que por ahí viene la mencionada regeneración, por el entendimiento de la política como una forma de ejercer la caridad.

Pero nadie da lo que no tiene: ¿Cómo es posible que un granuja ejerza la caridad? ¿Qué caridad hay dentro de él para que la ejerza? De acuerdo que la regeneración política puede venir por la caridad, pero ¿cómo puede venir la caridad? Hace también varios años se discutía si podía dedicarse a la política una persona con una vida personal inmoral. A estas alturas la postura mayoritaria sostiene que lo que en su vida privada sea un político para nada interfiere o incumbe a su labor pública. Sin embargo, mi opinión no es esa; entiendo que mal podrá servir a la cosa pública quien no contempla una moralidad en lo personal por cuanto la persona es una sola, sin desdoblarse, y sin que se desdoblen sus principios, que los aplicará tanto a su vida personal como a su vida pública: no se puede pedir a los políticos que sean Dr. Jekyll y Mr. Hyde o que padezcan todos esquizofrenia. Por tanto, la “caridad social” podrá ejercerse por quien tenga unos mínimos principios morales y una mínima vocación de amar a los demás a través de la política, pero no por quien quiera servirse de los demás desde la política, que es lo que parece ser a lo que hemos llegado.

Yo creo que mientras no haya una buena cantidad de políticos que con carácter vocacional quieran hacer de su vida un servicio a los demás en vez de a sí mismos, y que con su ejemplo arrastren a otros políticos a abandonar el enfoque de sinvergüenzas que han querido dar a su vida como políticos, no hay nada que hacer en este país. En una palabra, pienso que en este país hacen falta muchos cristianos comprometidos que vocacionalmente se dediquen a la política, no porque entienda que existen “soluciones católicas” a los problemas políticos, sino porque desde un compromiso cristiano serio se puede resistir mejor la corrupción que desde la postura de aquel a quien Dios le importa un bledo, ya que las exigencias morales cristianas atañen al corazón y no se quedan simplemente en una vulgar deontología profesional o política sin fundamento ontológico.

¡Qué lejos cae “el arte de lo posible” de unas convicciones morales que hunden su fundamento en Dios! Cuando la vida no tiene a Dios por fundamento, tarde o temprano se termina por decir “¡a vivir, que son dos días!” Nadie—o muy pocos—se obstina indefinidamente por ser mártir de una chorrada o una idea vaga. El egoísmo, tarde o temprano, hace su aparición cuando no hay un ideal de servicio bien fundamentado.

Mientras llega—si llega—esa generación de políticos, al menos creo que cabe expresar a todos los vientos lo que debería ser la política, aunque en el plano real no lo veamos, para que alguien llegue a sentirse llamado.

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