Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Por dónde va la cosa

La elección de Francisco como papa hace unos meses nos sorprendió a todos. Quien no conozca lo que pasó en aquellos días y en los años anteriores en el seno de la Iglesia no comprenderá por qué un desconocido como Bergoglio llegó a ser papa el 13 de marzo pasado.

Para combatir la ignorancia no hay nada como leer y estudiar, y eso es lo que yo, humildemente, he empezado a hacer en mis ratos libres, en los que llevo ya leídos, aparte de otras lecturas, tres de los veintitantos libros con los que las editoriales nos han inundado y que hablan monográficamente del nuevo papa.

Uno de los libros leídos, y que recomiendo vivamente, es la biografía titulada “Francisco. El papa de la gente”, de Editorial Aguilar y que tiene por autora a la periodista argentina Evangelina Himitian.

Dicen que se ama lo que se conoce. Lo que me movió a leer esta biografía fue mi deseo de conocer más al papa para amarlo más. El resultado no ha podido ser más satisfactorio, y con un “regalo” por añadidura, que no es otro sino conocer—salvo que la libertad humana y la providencia divina orienten otro camino—por dónde podrían ir los acontecimientos en la Iglesia en los próximos años, o al menos por donde probablemente va a orientarlos el papa. Esto es muy importante para un cristiano como yo y me imagino que para todo cristiano que quiera vivir en unidad con el Vicario de Cristo.

Bergoglio era un desconocido…en Europa, en Asia, en África y en Oceanía,…pero no en América, sobre todo en Latinoamérica y el Caribe, en donde vive nada más y nada menos que el 41,3% de los católicos del mundo, y en donde Bergoglio es de los personajes más conocidos y en donde lo veían como claro papable. Conviene hacer un ejercicio de humildad y reconocer que en Europa podemos ser el ombligo del mundo en algunas cosas, pero no en todas.

Vuelvo a invitar a leer la referida biografía de Bergoglio y como estamos en un artículo periodístico solo quisiera centrar el foco en dos momentos de su vida que pueden dar luz acerca de cómo será este pontificado, dando casi por seguro que el pontificado será tal como sea el nuevo papa.

Primer momento. Nos situamos en los días posteriores a la renuncia de Benedicto XVI, ya próximos al comienzo de las Congregaciones Generales de cardenales, que como se sabe, son las reuniones previas al cónclave en las que los cardenales hablan de los problemas de la Iglesia y de cómo ven ellos que debería ser el nuevo papa. Como digo, nos situamos en los días anteriores a las Congregaciones Generales. El cardenal Bergoglio está todavía en Buenos Aires pero tiene ya billete de ida y vuelta Roma-Buenos Aires. Es sábado, el sábado anterior a coger el vuelo que le llevará a Roma, o sea, es el 23 de febrero, ya que fue el 26 de febrero cuando Bergoglio abandonó Argentina en un avión de Alitalia. Son las 9,15 de la mañana de ese sábado. En ese momento, el cardenal Bergoglio recibe en la Curia porteña de Buenos Aires a un grupo de religiosos del Movimiento Apostólico Schoenstatt. También acudió un grupo de sacerdotes y seminaristas argentinos, entre ellos un sacerdote llamado Ángel Strada. El encuentro duró cerca de una hora.

Quizá por el prestigio de Bergoglio en la Iglesia argentina y latinoamericana, surgió la cuestión inevitable de querer saber la opinión del cardenal acerca de cual debería ser el perfil del futuro papa. Strada tomó nota por escrito de lo que decía Bergoglio, que se expresó en estos términos: “Les voy a decir cosas evidentes, pero son las cosas en las que yo creo: Primero: El futuro papa tiene que ser un hombre de oración, un hombre profundamente vinculado a Dios. Segundo: Tiene que ser una persona que crea profundamente que el dueño de la Iglesia es Jesucristo, y no él, y que Jesucristo es el Señor de la historia. Tercero: Un buen obispo; debe ser un hombre que sepa cuidar, acoger; tierno con las personas, que sepa crear comunión. Y cuarto: Tiene que ser capaz de limpiar la Curia Romana”.

Me parece que no se puede ser más claro. Strada aclararía más tarde que, sin darse cuenta de ello, Bergoglio vino a describirse a si mismo porque precisamente cumple esas cuatro condiciones que él mismo expuso.

Vamos al segundo momento. Nos situamos—ahora sí—en Roma, al comienzo de las Congregaciones Generales de cardenales. Le han dado a Bergoglio la palabra para que exponga su parecer sobre el rumbo que debe tomar la Iglesia y cómo debe ser el perfil del nuevo papa. Bergoglio desarrolla una intervención muy breve en la que dice poco más que lo siguiente:

“Evangelizar debe ser la razón de ser de la Iglesia. Supone en ella la parresía de salir de si misma. La Iglesia está llamada a salir de si misma e ir a las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria. Cuando la Iglesia no sale de si misma para evangelizar, deviene autorreferencial y entonces se enferma. Los males que a lo largo del tiempo se dan en las instituciones eclesiales tienen raíz de autorreferencialidad, una suerte de narcisismo teológico. En el Apocalipsis Jesús dice que está a la puerta y llama. Evidentemente el texto se refiere a que golpea desde afuera la puerta para entrar,…pero pienso en las veces en que Jesús golpea desde dentro para que lo dejemos salir. La Iglesia autorreferencial pretende a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir. La Iglesia, cuando es autorreferencial, sin darse cuenta cree que tiene luz propia, deja de ser el mysterium lunae (el misterio de la luna) y da lugar a ese mal tan grave que es la mundanidad espiritual, que según de Lubac, es el peor mal que puede sobrevenir a la Iglesia: ese vivir para darse gloria los unos a los otros”

Al parecer, este diagnóstico tan clarividente dio un vuelco en el pensamiento de muchos cardenales, que desde ese momento empezaron a pensar en Bergoglio como en el futuro papa. Antes de terminar su breve discurso, Bergoglio trazó con mayor brevedad el perfil que a su juicio debería tener el futuro papa. Dijo lo siguiente: “Pensando en el próximo papa, debe ser un hombre que, desde la contemplación de Jesucristo y desde la adoración a Jesucristo, ayude a la Iglesia a salir de sí a las periferias existenciales, que la ayude a ser Madre fecunda que vive de la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.

Bergoglio bajó al estrado. El auditorio estalló en aplausos. Más tarde, ese mismo día, el cardenal cubano Jaime Ortega le pidió una copia a Bergoglio de su exposición. Este le dijo que no tenía ninguna copia sino un papel escrito a mano y en castellano. Y al día siguiente le regaló ese papel que a estas alturas ha dado la vuelta al mundo por Internet.

He descrito estos dos momentos porque me parecen especialmente elocuentes acerca de por donde van a ir los tiros en los próximos años. Debo añadir dos pinceladas más, que deduzco de la lectura completa de la referida biografía. Me parece que hay dos puntos en los que este papa va a destacar felizmente. Son los siguientes: El primero es el de la Doctrina Social de la Iglesia en donde he podido observar que Bergoglio es un peso pesado, no solo por sus conocimientos, sino por su modo de exponerla, y más todavía por su valentía en llevarla a ejecución. Un gran tema de esperanza. El segundo es el diálogo interreligioso. Bergoglio siempre viene diciendo que “la diferencia no hay que tolerarla, hay que celebrarla; no acepto que seas diferente, sino que me alegro de ello”. Para nuestras latitudes es algo totalmente desconocido el diálogo interreligioso que llevó a cabo el cardenal Bergoglio en Argentina. Es este un asunto que nos va a dejar con la boca abierta a cristianos y no cristianos en los próximos años.

Llegados a este punto de mi exposición, quiero terminar con algo que no por obvio resulta superfluo decir: No soy profeta. Lo que he expuesto en líneas precedentes no es ningún tipo de profecía. Bien sé que hay dos factores, la providencia divina y la libertad humana, que forman un cóctel imprevisible de modo que el futuro está abierto a cualquier posibilidad. Sin embargo, no ser profeta no significa forzosamente tener que estar desorientado, y me parece que los datos que he aportado bien pueden ayudar a cualquiera a entender el momento presente en la vida de la Iglesia y por tanto en la vida del mundo. Sin embargo, mejor que lo que yo haya podido exponer, es leer el libro mencionado, que recomiendo por tercera vez.

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