Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Balada de tontainas

Durante el verano se suele descansar, pero hay quien aprovecha este tiempo para hacer más el gilipollas que de ordinario, porque quizá entienda que no lo ha hecho bastante durante el invierno o acaso piense—qué cursi—que si no lo hace ahora no se va a sentir realizado como persona.

Sea como fuere, en un lugar de la comunidad murciana cuyo nombre, no es que no quiera acordarme; es que no me acuerdo, por ser uno de tantos pueblos del montón de Celtiberia Show; acaeció a principios del verano que, no sé si por una larga tradición de hacer el cernícalo o por una genial idea de algún concejal de fiestas y festejos, se procedió a celebrar un concurso de alto contenido estúpido, pues el mismo consistía en determinar quién era el que tenía más cojones bebiendo cerveza. Como puede verse, era un concurso de bajo coeficiente intelectual implícito, pues a todas luces puede entenderse que, pasado, por ejemplo, el primer litro de cerveza por el gaznate, pocas cosas buenas se pueden esperar de una ingesta adicional.

Sea como fuere, los concursantes comparecieron dispuestos a tragar cerveza y a mearla pasado un tiempo. Ya de entrada causa vergüenza ajena esos tipos dispuestos a concursar en una gilipollez tan evidente, pero no menos vergüenza causan los espectadores de ese concurso que, al parecer, no tenían otra cosa más importante que hacer que ver engordar de cerveza la barriga de unos cuantos vecinos. No menos gilipollas eran los organizadores de tal evento, políticos y funcionarios, cuyos sueldos oficiales merecerían otros destinos más conformes con sus cargos de servidores públicos.

Sea como fuere, a la voz de “ya”, los cabezas de chorlito competidores empezaron a beber compulsivamente cerveza jaleados por la chusma cateta que les rodeaba, en un marco festivo lleno de banderitas y demás tonterías de feria. De entre todos los bebedores empezó a destacar uno que tragaba cerveza a una velocidad inusitada. Claramente iba para campeón, iba camino de inscribir su nombre en el olimpo estúpido y pueblerino de su localidad.

Sea como fuere, cuando el campeón llevaba 20 minutos y había ingerido ya, nada más y nada menos que 6 litros de cerveza, empezó a sentirse mal. Lo raro—pienso yo—es que no se hubiera sentido mal antes porque no sé yo donde había metido esos 6 litros de cerveza, pues debía estar para estallar.

Sea como fuere, no sé qué le pasó exactamente por dentro—no soy médico, ni falta que me hace—, pero el caso es que llamaron a las urgencias y no sé si le hicieron algo para mejorarlo o se lo llevaron a un hospital; el caso es que al poco rato murió. Aunque no soy médico, me imagino que murió a consecuencia de haber bebido 6 litros de cerveza, ya que los que no bebieron cerveza o la bebieron con algo más de moderación, no se murieron, aunque algunos la estuvieran meando en las siguientes horas.

Sea como fuere, el campeón no meó la cerveza, sino que se la llevó a la tumba como preciado trofeo de un concurso de gilipollas en el que él resultó el ganador. Si idiota fue el concurso, el mismo calificativo cabe para una muerte tan insólita y tan de orinal.

Sea como fuere, el ambiente festivo se trocó en desolación. Tuve ocasión de ver por televisión una breve entrevista al alcalde de la localidad en la que le preguntaban su parecer sobre el acontecimiento y sobre qué pensaba hacer en los próximos días. El edil tenía una cara de circunstancia que no podía con ella y parecía expresar un claro “tierra, trágame”. Con palabras ampulosas y políticamente correctas expresó muy sentidamente a la familia su pesar por tan sensible pérdida. En cuanto a los planes de futuro dijo que en un plazo de dos días se reuniría el pleno municipal para adoptar el acuerdo de suspender este tipo de actos.

Sea como fuere, me parece que aquello terminó como el rosario de la aurora, porque el ganador se fue a disfrutar de su premio al cementerio, los demás concursantes vieron interrumpido su querido concurso sin saber quien quedaba segundo y tercero clasificado, los espectadores se fueron a perder el tiempo a otra parte y los políticos, en vez de dimitir por organizar tal verbena para tontainas, lo único que hicieron es prohibirlas en lo sucesivo, pero seguir ellos en el cargo. Quizá los únicos que salieron medio ganando, además de los políticos, fueron los demás concursantes, que bebieron cerveza con cargo al dinero público, con tan buena suerte que el de los 6 litros se murió antes de que otro cafre llegara a beber una cantidad similar que le llevara, como al campeón, a escardar malvas.

Sea como fuere, esta noticia salió un día de este verano de 2013, por casualidad, en un telediario de la noche. Por unos minutos el pueblo donde esto sucedió, de la comunidad autónoma de Murcia, salió del anonimato. Pero al día siguiente volvió a él. Sea como fuere.

 

Comentarios

Enviado por ANTONIO LUIS el

Qué mala leche tienes y que bien escribes, gachón. España es país de tontos y abecerrados, tendencia que no ha hecho más que ascender en proporción geométrica desde el santo advenimiento de la democracia, que como bien sabemos es el gobierno de los tontos.

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