En la noche del sábado 9 de marzo tuvo lugar uno de los pregones con más solera de la cuaresma lucentina. Encuadrado dentro del triduo en honor a Jesús del Valle y María de la Amargura y tras el Miserere realizado por los hermanos de Jesús Nazareno, César del Espino García realizaba la Exaltación 2013 a los titulares de la hermandad.

Pregón dividido en tres ejes, el primero de ellos dedicado a la historia y las relaciones con el barrio y Lucena de la ubicación de la Ermita de la Sagrada Familia. Del Espino, que se estrenaba en esto de las letras ensalzadoras, recorrió los distintos espacios para los que se ha empleado uno de los templos que de manera quizá infravalorada ha ayudado en tantos aspectos sociales a los más necesitados. Inició su exaltación con una recreación novelada de la visita a Lucena de San Pedro de Alcántara y un novicio franciscano descalzo en el siglo XVI. Este recurso literario fue la base sobre la que explicaba -con la humildad como principal virtud- el origen sencillo y humilde de esta ermita y de toda su posterior historia, hasta llegar a nuestros días. Este recorrido particular de la última etapa, en que hubo una residencia de ancianos, lo dibujó en su imaginario no con grandes detalles, sino con pinceladas mínimas pero poderosas, que emocionaron a los presentes: "Trozos de vida por doquier, la fotografía de un hijo o nieto en la mesita de noche, un pequeño violetero con un clavel dentro, secado antes por el olvido que por la falta del líquido elemento, o un sencillo dibujo coloreado puerilmente con la invocación de "Feliz Navidad".. Terminó esta parte explicando la actualidad de la iglesia y de sus labores, indicando su enorme ayuda a través del comedor social y siendo referencia para las buenas causas al otorgar la cofradía del Valle cada año el premio Prudencio Uzar, que este 2013 ha recaído en las cuatro Cáritas lucentinas y en el C.O.F. Juan Pablo II.

La segunda parte, sin carecer de la belleza narrativa que destiló durante los 40 minutos que duró la Exaltación, nos encontramos con "la verdad de César" como ya adelantó su presentadora Lourdes Mangas (que, por cierto, se deshizo en dulzura, conocimiento y madera de buena escritora con una semblanza muy al estilo sevillano pero añadiéndole el toque que la cercanía sólo pude dar el hablar de alguien al que se considera "amigo"). El pregonero reflexionó sobre el misterio de la Cruz hasta llegar a más cruda realidad cuando se refirió a lo que él llamo "los cristos vivos de Lucena". En esta parte, la más conmovedora de su escrito, describía apasionadamente las terribles circunstancias que padecen los que se han quedado sin empleo o los que se enfrentan a los desahucios; momentos estos del pregón, en que pudo notarse cómo los políticos locales existentes en el acto (incluido el alcalde de la ciudad, Juan Pérez) sentían especialmente las palabras del pregonero. Maravillosa segunda parte del que es consecuente con sus ideas.

El tercero de los ejes ya sí se centró en el propio Miércoles Santo.

Empleando en la parte más lírica de su pregón algunos poemas, de poetas que jamás fueron pregoneros de la Semana Santa  -indicando el autor en cada caso- quiso destacar la humildad de la cofradía y de sus titulares, lanzando miradas a las imágenes del Cristo y de la Virgen para señalar los rasgos particulares de cada una de ellas: "Así caminan, por la calle del martirio. Él bendiciendo a cada paso, sin levantar su humilde mirada amoratada, cargando con el peso de su muerte, con la fuente de la vida (...) Y Ella siguiéndole a la distancia exacta que permite que permite no perderlo, pero que impide que una excesiva cercanía empuje definitivamente el puñal sobre su pecho, traspasándole por completo el corazón."

Dejamos para el final las gracias de este neófito pregonero, señalando como mentores de su escrito a Luis Fernando Palma y a Juan Parejo, además de dedicar la exaltación a su prometida Araceli. Una noche, la de este sábado 9 de marzo, que seguro recordará César pero también los que estuvimos presentes en la Iglesia de la Sagrada Familia al ver nacer a las letras "semanasanteras" a un magnífico y fiel exaltador.