Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Futuro

Es difícil predecir con exactitud el futuro. Pero si puede al menos presumirse, a tenor de los hechos presentes y del rumbo que toman los acontecimientos actuales.

Todo resulta cambiante a una vertiginosa velocidad y los paradigmas no duran más allá de un par de días. Ello conduce a una inestabilidad política y por ende social, que en la mayoría de las ocasiones sorprende incluso a los que generan el movimiento en cuestión. Los referentes ya no son los antiguos y la credibilidad de dirigentes y mentores está tan cuestionada, que hasta los que en realidad son fiables, pueden perder esta condición tras la conveniente campaña dirigida malintencionadamente en el azote actual de políticos y personajes públicos: las redes sociales.

Putin gana arrasando en las elecciones (¡!) rusas. Enfrente (o al lado, vaya usted a saber) Trump gobierna a golpe de twitter y destituciones de colaboradores. El Brexit no sabemos muy bien cómo va a sentarle a la no muy fuerte, a estas alturas, Unión Europea, y Puigdemont continua de gira por la Europa “libre”.  Mirando escasamente cinco o seis lustros atrás, la nómina de nuestros dirigentes era muy diferente, en peso y poso político, lo que sin duda generaba en la ciudadanía un efecto balsámico: Los gobernantes se elegían con el convencimiento de su capacidad política y, por ende, del recorrido de la misma. Hoy todo es efímero, cambiante, casi etéreo y ello sin duda termina generando un sesgo y un riesgo, común en todas las últimas elecciones, no solo en Europa: el triunfo de los extremismos.

La desafección a la política tradicional, alimenta resultados tan extraños como diferentes, dando pie a la victoria del populismo de derecha (fascismo) como el de izquierda. Uno por excluyente, zafio y antiguo y otro por demagógico, sectario e igualmente antiguo, no parecen ser las soluciones más adecuadas en el momento actual y en el mundo futuro. ¿Dónde caminamos pues?

Repasar la historia no es mala cosa. Los tiempos son nuevos y requerirán nuevas soluciones, pero la humanidad lleva sobre la tierra el suficiente tiempo como para saber que los ciclos suelen repetirse.

La Democracia, el mejor de los sistemas de gobierno que se han puesto en práctica, con todas sus imperfecciones sin duda, pero el mejor, no es nueva. Ya la pusieron en marcha los griegos, con una relativa corta vida, por la presión del Imperio Romano que vino a continuación. Este, formalmente seguía siendo una Democracia, pero tras Cesar Augusto una Democracia gobernada por un tirano. Eso sí: “En nombre del Senado y del pueblo romano” tal como rezaba el sello imperial con el que el Emperador de turno, firmaba las correspondientes leyes. Era, en fin, una democracia vaciada en su contenido y en su esencia.

Actualmente, nuestras instituciones, leyes, normas y reglas, las sigue dictando un poder legislativo, elegido por todos, con un poder ejecutivo al frente y un poder judicial que vela por el cumplimiento formal de dichas leyes. Este enunciado parece perfecto, pero empiezan a aparecer grietas en el sistema que hacen dudar de lo que en teoría resulta correcto. La grieta entre nuestros gobernantes y el ciudadano, parece agrandarse cada día y estos parece a su vez, que no responden adecuadamente a los diferentes retos. Los problemas les superan y las soluciones, unas por imposibles y otras por escasas, no satisfacen ninguna expectativa. Mal panorama el que se asoma al futuro.

Es obvio que los momentos complejos, requieren complejas soluciones y que estas han de venir de la mano de un conjunto de personas y entidades, más que de un grupo o individuo concreto. La Democracia no es un regalo, sino más bien un logro, y como tal ha de cuidarse y mejorarse cada día y por todos aquellos que la disfrutamos. Cumplir con nuestra obligación laboral, social, de estudios o de familia, debe ser el valor para poder exigir a nuestros gobernantes que a su vez, ellos también lo hagan.  Mirar las decisiones un poco más allá del color político y un mucho más allá de la lejanía en el tiempo, dará a estas una perspectiva de más utilidad y durabilidad, valorando factores no solo del espectro político. Nadie duda a estas alturas, que no contemplar en cualquier decisión política su contenido medioambiental, resulta suicida, ya que esta variable será de urgente contemplación para la próxima generación, sino la actual. Igualmente, la globalización de la información hace que los problemas resulten a fecha de hoy prácticamente de “todos”, allá donde nos encontremos. Resulta en este sentido inútil, como se demuestra día tras día, controlar los tránsitos migratorios solo con medidas represivas, debiendo contemplar más bien programas sociales en los países de origen como la base de una mejoría social en dichos territorios y por ende la disminución de dichas corrientes.

Los cambios siempre se han dado, pero ahora se dan a una velocidad que a veces nos coge con el pié cambiado. Una mayor capacidad de reflejos y entender que a veces dichos cambios se darán de todas formas, nos prepararán para un futuro mejor y más amplio en las mejoras sociales a alcanzar. Caso contrario siempre habrá nuevos “cesares” dispuestos a firmar con su sello en nombre de todos formalmente, pero sin contar con ninguno de nosotros.