Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Quince días que estremecen a Europa

La plaga que se nombra a diestro y siniestro no ha surgido porque sí. Posee denominación de origen y sus minusvalorados efectos empiezan a sentirse como un terrible drama en el corazón de la cultura occidental.

CONTAR EUROPA. Un tiempo mudo y derruido en su propia egolatría parece emerger en las vacías calles del continente en el que vivimos. Recluidos en sus domicilios –salvo inmigrantes, excluidos y marginados sin techo, desahuciados por los bancos y compradores compulsivos y paranoicos que atesoran rollos de papel higiénico- los ciudadanos contemplamos el día a día tras los visillos. Este confinamiento es fruto de ese remedo de dioses pequeños que pretendemos ser. La plaga que se nombra a diestro y siniestro no ha surgido porque sí. Posee denominación de origen y sus minusvalorados efectos empiezan a sentirse como un terrible drama en el corazón de la cultura occidental. En cierta manera es una moralizante fábula del ser humano contemporáneo que antecedieran los clásicos de nuestra literatura como Juan Ruiz Arcipreste de Hita en El Libro de Buen Amor. En El ejemplo del caballo y el asno nos dice: “Aquí tomen ejemplo y lección cada día /  los que son muy soberbios y se creen de valía; que fuerza, edad y honra, salud y valentía / no puede durar siempre y se nos van un día”.

EL ASOMO DE VANIDAD, ahora menguado por los acontecimientos y en la resonancia de pasos que se alejan en la Plaza Nueva de Sevilla, La Fontana de Trevi en Roma o Los Campos Elíseos en París, ilustra este desierto contemplativo de urbe sitiada. La memoria colectiva de hechos y acontecimientos leídos o vistos, me aborda. Entre ellas la imagen de aquellos poetas salvajes en una madrugada de 1920. Rodeando el agujero de la plaza donde se cimentaría la estatua de Fernando III el Santo, “rey bárbaro y militarote de pasado sangriento”. Son Pedro Garfias. Adriano del Valle, Isaac del Vando Villar –fundador de la revista Grecia- y el mismo Jorge Luis Borges en su tránsito por la capital andaluza, entre otros, antes de  juramentarse para acribillar con patatas y pan duro el domicilio de Luis Montoto, promotor del monumento y cronista de la ciudad. Empieza “la cruzada contra todo lo viejo”. El movimiento ultraísta había nacido dos años antes en la capital hispalense, en 1918, con la edición de esta revista que fue su precursora. Rafael Cansinos Assens, «El hombre de las mil lenguas», proveía junto a otros autores e ilustradores como Norah Borges y Helios Gómez «artista de corbata roja», pintor, cartelista y poeta gitano, a la revista Grecia, en la que escribió su primer poema el autor argentino que este consideraba su maestro. También me asalta aquel deambular extrañamente mágico por los callejones de Roma de Marcello Mastronianni y Anita Ekberg con el fondo musical de Nino Rota. La onírica visión de su director y coguionista Federico Fellini lleva a los personajes que interpretan, Marcelo, cronista social, y Sylvia, famosa actriz, a desembocar en la hermosa fuente. El blanco y negro de los fotogramas pliega un cartucho tibio en la sonoridad acuática que atraviesa la húmeda sensualidad de la actriz sueca. La compostura de Marcelo se derrumba bajo el hechizo del bautismo erótico de la profetisa al creyente, en un acto de purificación, símbolo de una nueva vida. La película fue prohibida en varios países. El periódico de la Ciudad del Vaticano, L´osservatore Romano, califico su contenido de obsceno. En España no pudo verse hasta 1980. Habían transcurrido veinte años desde su estreno. Afloran y distingo las facciones de Ramón Gómez Nieto, nacido en 1921 en Adra –Almería- único superviviente español de la 9ª Compañía de la 2 división Blindada de la Francia Libre, conocida comúnmente como La nueve. Fue uno de los 150  republicanos españoles que el 25 de agosto de 1944 liberaron París del Tercer Reich con bordados republicanos en sus uniformes. Antes combatieron en el desierto africano de Túnez frente a los italianos y Alemanes del Africa Korps. Entre los nombres con que personalizaron a los tanques que comandaban a su paso por la gran avenida parisina, en el desfile triunfal de su victoria frente al nazismo se encontraba Don Quijote. El héroe cervantino les servía de inspiración y compromiso, “por hacer batalla contra los gigantes” y su “locura” a favor de las causas perdidas, como lo fue la suya propia y destino: exilio y olvido.

LA FRAGILIDAD DEL SER HUMANO es prueba inequívoca que la tecnología certifica, más que nos pese, sus límites. Aún cuando esta lideré de forma incontestable ese futuro próximo que bien pudiera llamarse El Shangri-La digital, donde los avances científicos amplían la vida hasta límites que hace apenas un siglo resultaban insospechados. En estos días en los que muchos articulistas se aproximan a El Decameron para reflexionar sobre las circunstancias que impone el coronavirus y su irrefrenable expansión mundial, olvidan que las historias que encierra lo son sobre la condición humana. Giovanni Boccaccio recreó entre 1351 y 1353 aproximadamente, a través de la narración oral de sus protagonistas, un espacio protector para diez jóvenes burgueses de la ciudad de Florencia. Con la clausura que sostuvieron durante diez días en una villa alejada de la metrópoli, pretendían zafarse de la peste bubónica que asolaba Europa. El tiempo corre a nuestro favor si somos merecedores del mismo. Ellos lo fueron. Concibieron su baluarte como un gran cuento mediante las historias que compartían. Historias donde el espíritu carnal del ser humano se esfuerza por disfrutar de la vida a pesar de las vicisitudes a las que se enfrenta en su discurrir por el mundo. Estos próximos quince días estremecerán al Viejo Continente. El periodista estadounidense John Reed tituló a su obra Diez días que estremecieron el mundo, publicada en 1919. Inquietante epígrafe para calificar ¿un mundo que nacía y otro que fenecía..? Era la crónica de los acontecimientos de la Revolución Rusa de 1917.

ESTAMOS DETENIDOS ANTE LA DESMEMORIA que supone no recordar de dónde venimos y quiénes somos. El pecado de la autosuficiencia no nos exculpa. Estamos sobrepasados. Europa parece sufrir amnesia y el síndrome de Estocolmo. Su rapto por Zeus transformado en manso toro blanco simboliza ese siempre socorrido concepto «laissez faire, laissez passer, le monde va de lui même». A la par que cierra fronteras, no duda en autorizar que Estados Unidos despliegue 30.000 soldados a los que sumaran 7000 militares europeos para ejecutar el Europe Defender 20. Se trata de un ejercicio militar diseñado por la OTAN. Una especie de laboratorio de estrategia militar para ensayar respuestas en caso de hipotético ataque, con la previsión de puesta en marcha en abril y finalización en junio, en una latitud cercana a Rusia. Todo un acierto esta oportuna elección temporal y geográfica para amparar la salud pública y restar tensiones internacionales. Los soldados del ejército del que es Comandante en Jefe Donald Trump van a tener plena libertad de movimientos. Durante estos días han aterrizado en siete aeropuertos. Mientras tanto los ciudadanos europeos se mantienen como los jóvenes florentinos, circunscritos al ámbito doméstico tratando de recompensar su tiempo atrapado en la fantasía narrativa. En 1971 Pier Paolo Pasolini desarrolló cinematográficamente nueve de los cien cuentos que integran la obra del humanista italiano. Los incontables procesos judiciales a los que se enfrentó no evitaron que obtuviera el Oso de Plata en el Festival de Berlín ese mismo año. A pesar de los siete siglos transcurridos la sociedad aún se escandalizaba. La obra renacentista venía precedida de una biografía accidentada desde sus inicios, ya que fue incluida en el Index librorun prohibitorum. Aquel catálogo que la Iglesia católica confeccionaba con los títulos que calificaba de heréticos y prohibían leer. Europa quizá debiera volver a contar y cantar su reciente pasado desde la humildad que la grave amenaza vírica provoca y entonar enfáticamente los versos del poeta ruso Ósip Mandelstam. Gracias a la tenacidad y amor de su esposa Nadiezhda, que recopiló muchos de sus textos durante el destierro estalinista que ambos sufrieron hasta la muerte de él, en un campo transitorio a Siberia, Vtoraya Rechka, cerca de Vladivostok, en los últimos días de diciembre de 1938, podemos disfrutar de su escritura de prospección abisal en lo profundamente lírico. Y que me recuerda el escritor Francisco Vélez Nieto en una afectuosa comunicación electrónica que salva la distancia obligada, “La tierra flota. ¡Ánimo hombres! / ¡El océano se abrirá bajo el arado! / Y hasta en el frío del Leteo  recordaremos / que diez cielos nos costó la tierra”.