Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Historismo constitucional (X)

A Pepe,

porque nuestro mejor homenaje es proseguir su obra.

            Eso fue una subasta. Hay veces en las que a uno no le apetece siquiera sacar el carné, con tal de no recordar la tierra donde nació. No voy a poder yo, con mi limitada prosa y mi condenable sintaxis, perfeccionar las variadas sátiras que, a través de textos e ilustraciones, caricaturizaron el episodio. La nefasta y ridícula situación en la cual lo subastado no era una calesa incautada en una redada contra el tráfico de opio, sino nada más y nada menos que la Corona de las Españas. Si es que esto llegaba a significar realmente algo. Y ahí encontramos a Prim, Serrano y Topete, buscando al mejor postor entre las familias europeas, siguiendo dos premisas: Borbones no, preferiblemente, y asunción constitucional de la designación. Esto último no era baladí. Suponía legitimar al monarca mediante la soberanía del pueblo representado en Cortes, fruto del consenso (perdón, la palabra continúa provocándome la risa), y obligarle a jurar la Constitución de 1869. Suponía ser un rey por virtud democrática, no por Dios, la Historia o la victoria en batalla. Suponía ser un rey que reinaría pero no gobernaría directamente —debía ejercer su poder constitucional por medio de los ministros—. Suponía ser un cargo más del Estado. Y dígame ahora quién sería el guapo, o más bien el tonto, que iba a aceptar tamaña gilipollez decimonónica. Gilipollez ibérica, atención; hispánica, para más señas. Porque estar, estaba. Me refiero a la peculiar idiosincrasia patria y su admiración por imponer los acordes generados por su badajo. Que venía a ser otra premisa, y no de las positivas. Por tanto, la oferta en la sección de miscelánea quedaba así: «Se busca europeo de noble linaje, buena presencia, don de gentes y amante del tiempo libre, para firmar decretos, leyes y demás normas, y prestar su imagen para adornar con fotos y retratos las sedes públicas. Se valorará el dominio del idioma español, hablado y escrito. Abstenerse Borbones e ilustrados con tendencia al pensamiento independiente». Tras insistencias, el elegido fue Amadeo de Saboya, la apuesta de Prim, quien no lo vería reinar, pues sería asesinado días antes de la llegada del italiano.

            Me permito un inciso… En el Olimpo español residía un dios único: Baldomero Espartero. Por supuesto que se le ofreció la Corona. Aunque el héroe, con más mili a cuestas que el Cid Campeador, ya septuagenario, la rechazó con un paladino hay que joderse, al rememorar andanzas pasadas.

            Volviendo a Amadeo I, llegó el momento en el que no se podía pedir todo. Gozaba de gentil pose y saludó con animado gesto conciliador, incluso visitó a don Baldomero en su retiro logroñés. Sin embargo, primero, era el tataranieto de Carlos III —Borbón, lejano—; segundo, el dominio del español no estaba entre sus virtudes; y, tercero, su nivel intelectual quedaba justito en los límites de la suficiencia, lo básico para las mínimas funciones vitales; que no era un Séneca, vaya; aunque algún historiador duda de esa falta de dotes intelectuales, puesto que el nuevo monarca era un voraz lector de novelas pornográficas francesas, lo que, al fin y al cabo, no dejaba, ni deja, de ser literatura. Al menos, remarcando lo anteriormente tecleado, el seleccionado fue al tiempo un guapo y un tonto.

            El caso es que hizo lo que pudo, sin poder hacer nada. Incapaz de que lo comprendieran, ni de comprender las puñeteras esencias de nuestra raza. Así que abdicó. Por sí, por sus hijos y sucesores. Que semejante herencia no se puede desear para ningún ser querido.

            Y, con lo difícil que había sido encontrar rey, el 11 de febrero de 1873, se dio paso a la república. Fue una experiencia breve, presidida por cuatro hombres que se sucedieron con la rapidez de un parpadeo —Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar—, y culminada con un giro clásico: el golpe de estado del general Manuel Pavía.

            Pero la saturación de Historia ha sido excesiva, y el Historismo reclama su indiscutible protagonismo. Siempre que sea constitucional, claro está.

            Precisamente, el conato de Constitución Federal fue un hecho frustrado por la caída de la forma de gobierno que le servía de fundamento y por la inestabilidad social y política que, como vulgar remedo de un monarca ausente, reinaba el país. También por los carlistas, quienes llevaban un año tocando las narices con una tercera intentona. De todos modos, conviene apreciar un proyecto que proclamaba la soberanía popular, la división de poderes —con la novedad del poder de Relación—, las Cortes bicamerales, la estricta separación entre el Estado y la Iglesia, una extensa relación de derechos y libertades —empero el sufragio universal se mantenía masculino—, y el Estado Federal con el sólo límite de la unidad nacional del territorio. Algo que en nuestros días no parece ser de consideración.

 

Julián Valle Rivas.

Comentarios

Enviado por Francisco José ... el

Muy buen artículo, Julián, y buenas reflexiones que deberían tomar en consideración los gobernantes actuales.

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