Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Perspectiva convulsa

Vivimos tiempos convulsos, sacudidos por el vértigo de la decadencia económica y la sensación ambiental de corrupción. Parece que atrás quedó la confianza colectiva en la integridad, honradez e idoneidad de las instituciones políticas para enfrentar los avatares. Y ahora campa el descreimiento social y el recelo indiscriminado a lo institucional.

A peor, como una salida a ninguna parte, movimientos en apariencia apolíticos junto a anticuados credos radicales de izquierdas, en otro tiempo relegados por fallidos y superados, medran entre la desesperación y el tedio. Y a todos sirve el mismo ingrediente común, el populismo oportunista, que aprovecha los concretos episodios de venalidad para teñir de sospecha todo el ámbito político. Así, al menos, lo señalan las recientes muestras demoscópicas que miden el estado de desesperanza de la opinión pública española.

 Y a la cabeza de esta involución, por sus malas cabezas, los dos partidos mayoritarios PP y PSOE, que comisionados en primacía para gobernar el Estado han desairado este determinante encargo; llevando a la nación al anquilosamiento, la penuria y la suspicacia de amoralidad. Por eso, sobre ellos, como castigo, se proyecta la sombra de un amenazante porvenir electoral que pondría en entredicho pervivencias políticas y auspiciaría la debacle de un indeseable desgobierno a la italiana. Pero, cuál es el papel de uno y otro en este trastabillado.

El que gobierna, por mayoría absoluta, en un tiempo socioeconómico considerado como el más adverso en muchas décadas, no ha sabido evitar el paulatino desapego de la base social que le dio tan amplio margen de acción, de manera que diríase que aunque dice gobernar por y para la ciudadanía, la realidad es que cada vez está más alejado de ella. No obstante, siempre será cierto que lo hecho por el gobierno popular en el plano económico, bien observado, no difiere en mucho de lo que era inevitable hacer; porque, ya se sabe, España también es Europa y las directrices de Europa no se diseñan en la Moncloa. Puede ser que, por esto, los penetrantes sacrificios que ha impuesto sean vistos, a la vez, como reprobables y rechazables pero, con resignación, exigidos por el guion no escrito de la catastrófica situación encontrada. Se explicaría así el hecho de que los intentos de sus oponentes de movilizar masivamente a la sociedad, en su contra, no logren sino reducidos aspavientos. Otra cosa sea que estos desmesurados esfuerzos, que sin duda han mejorado la macroeconomía, no consiguen aún su correlación en la microeconomía, y por eso crece la frustración social. Pero a diferencia, lo que sí le es reprochable, en el quehacer, es la tibieza con la que se ha asumido un episodio de corrupción interna, el asunto Bárcenas. Es curioso que el término bárcena signifique lugar que se inunda de lodo. Y en este caso, lo políticamente reprobable no está en el tratamiento dado al fondo de la cuestión, ya que una vez judicializado no queda más que esperar. Sino en la forma, en la parálisis inicial, en la falta de clarificadoras refutaciones y resueltas medidas ejemplares.

En esta acrimonia antipolítica especialmente preocupante es la incierta y anémica situación del PSOE, que lejos de suponer una estable alternativa de gobierno, desde que perdiera el poder, está inmerso en una peculiar larga noche de los cuchillos largos y las políticas cortas. Convaleciente, incapacitado para asumir su tradicional estereotipo de figura vertebradora de la izquierda española, necesita una vital regeneración que nunca llega, porque siempre es procrastinada por su cúpula directiva, que se resiste a ella con la tenacidad que se resiste a perder el poder. Mientras, ésta virulenta lucha entre facciones, ésta desvertebración interna, tiene envenenado reflejo en el decaimiento de la militancia y en la reducción de electores. Y las proyecciones estadísticas pronostican que de seguir sin corregir la trayectoria, en las próximas elecciones generales bajaría de 100 escaños; fatal resultado, que no sucedía desde 1936. Triste rol el del socialismo español en este perturbador tiempo, porque estaría recorriendo, apresuradamente, el camino inverso que va del lugar hegemónico que tiene dentro de la izquierda, a uno subordinado que le es desconocido desde la transición democrática. Y que posiblemente no aguantaría sin brotes de desmembración.

En fin, pero aunque parezca que los dos partidos mayoritarios son incompatibles con la realidad que los circunda, no cabe pensar que la respuesta esté en corrientes populistas, por mucho que sus maneras de subversión justiciera para conseguir fines justificados, levanten empatía; porque, el poso de estas actuaciones es el de actos lindantes al acoso y al asedio; impropios en un estado democrático, y sientan peligrosos precedentes en futuras pretensiones de cualquier signo y licitud. Tampoco está en tendencias tardocomunistas, cuyas recetas para solucionar la pobreza de una parte de la población pasarían por el empobrecimiento del conjunto. Y aunque unas y otras promueven promesas que recuerdan aquel reclamo publicitario que decía: “Lo muy difícil lo hacemos de inmediato, para lo imposible tardamos un poco más”, siempre asoma un molesto e inoportuno inconveniente: Cómo.

 

José Antonio Rodríguez

Licenciado en Derecho. Asesor jurídico

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