Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Y pasa la vida …

Como un principio del fin transcurre el verano, las calores sofocantes nos vuelven a sacar los colores para decirnos que nos estamos cargando el planeta y no queremos poner freno. No hay que ser experto para ver que los polos se derriten como un helado en el día de hoy, y comprobar que las temperaturas crecen haciendo que los días se hagan inaguantables y las noches soporíferas.

Tensamos la cuerda en tantas cosas que cuando en alguna ocasión se rompe y nos da en toda la cara, es cuando nos percatamos del problema. Somos autodepredadores sin tener conciencia de serlo. Un día, yo no lo veré, pensaremos cómo hemos sido capaces de llegar a la degradación medio ambiental sin haber puesto todo lo necesario para frenarlo. Y eso significará que hemos llegado al tope y que o se frena de cuajo o nos extinguiremos para siempre.

No suelo ser un pesimista recalcitrante, pero a veces no me queda otra opción que ser realista y lo que veo no me gusta nada. Creo que el ser humano no es malo por naturaleza, tampoco he creído nunca que ‘tó el mundo es bueno’, pero somos cada vez más y si cada cual va a su avío el conflicto está servido. Somos solidarios, tanto como insolidarios. Nuestras fibras sensibles se alteran en ocasiones muy específicas y reaccionamos sin pensarlo dos veces ayudando a nuestros semejantes. Pero no todas las personas tienen esas fibras lo suficientemente desarrolladas para actuar así, quizás por falta de educación social, de cultura empática, de inteligencia emocional o porque el mundo los ha hecho así.

Dicen por ahí que con el tiempo nos volvemos más conservadores, bueno, puede ser que en muchas causas así sea, pero líbreme la madurez de ser rebelde e inconformista, me niego a aceptar como un corderito lo que me quieran imponer cuando mi inteligencia no lo admite. Yo pensaba en mi cruda adolescencia que con la llegada de la democracia se iban a acabar las injusticias por las que yo ya empezaba a rebelarme, pensaba que los enchufes eran cosa de una cruel dictadura, que las desigualdades sociales tenían que pasar a la historia y que un mundo muy distinto era posible. Sin lugar a dudas ahora se vive mucho mejor de forma general, hemos avanzado mucho. Pero han seguido existiendo los enchufes, lo mismito que hace cuarenta y cinco años, eso sí, con otros actores, pero la misma cochambre. Y las desigualdades se mantienen, cada vez con capas sociales más estratificadas, actuando erróneamente para acabar con ellas puesto que se actúa en función de los votos que te den.

Y no nos olvidemos que sigue la guerra en Ucrania, a pesar de que ya no sea la portada de periódicos, la comidilla en las redes o las entradas de los noticieros de televisión. Sí, tenemos un conflicto que nos está costando mucho, pero por el que ya no nos preocupamos, solo lo recordamos cuando nos dicen que por ese motivo los precios suben y suben. ¿Y qué hacemos? Pues aguantarnos, sin más. La gente sigue viajando en sus vacaciones, los hoteles siguen con su recuperación económica a pesar de tener precios mucho más altos que antes. La gasolina y el gasoil están por las nubes, pero seguimos viajando, y en carretera yo veo que en muchas ocasiones solo va una persona por vehículo. Es verano. Los ucranianos empiezan a importarnos lo que a los israelíes los de la franja de Gaza.

La condición humana es indescifrable, es tan variopinta que por eso muchos se agarran a un Dios que les pueda dar una explicación, pero a la vista está que no hay Dios que nos averigüe.

Y la vida pasa, muchas cosas cambian para seguir igual. Y nosotros cambiamos, al menos de aspecto, los años no tienen en eso piedad, y luchamos porque intelectualmente no haya nada que nos debilite, si el tejado está bien todavía somos alguien, al menos para nosotros mismos. Y así podemos ser rebeldes sine die, jamás he conocido a un rebelde tan lúcido como el ya viejo José Luis Sampedro, quien con su muerte me dejó un hueco irrellenable. En mi mente está releer su eterna novela La sonrisa etrusca, una oda a lo humano y a la ternura, un libro que espero que las calores me dejen repasarlo con calma y que me sirva de revitalizante.