Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Poesía en el bolsillo

Héctor Abad Gómez, colombiano, médico especialista en salud pública, catedrático, político y activista por los derechos humanos, fue asesinado el 25 de agosto de 1987 en Medellín. En un bolsillo le encontraron un soneto atribuido a Borges, que comienza con el verso “Ya somos el olvido que seremos”. No puedo evitar, al conocer este detalle, recordar a Antonio Machado, a quien también le encontraron en un bolsillo, tras su muerte, aquellos primeros versos de un poema que nunca terminó “Estos días azules, y este sol de la infancia”, donde podemos adivinar el peso de la memoria y el recuerdo, frente al olvido.

En noviembre del 2005, Héctor Abad Faciolince, publica un libro titulado “El olvido que seremos”, utilizando parte de aquel verso con el que comienza el soneto que llevaba consigo su padre el día que le arrebataron la vida. El libro, alegato en pro de la memoria y contra el olvido, es calificado como novela autobiográfica, aunque a mi juicio una novela es ficción y esto para nada lo es, es una biografía familiar, enmarcada en un contexto social y político particularmente violento en la Colombia de los 70 y 80, más concretamente en Medellín, ciudad sin ley en esos tiempos (recordemos por ejemplo el Cartel de Medellín), pero no es un libro histórico sin más, porque lo que cuenta, sin resultar sobrecargado sentimentalmente, es un relato lineal desde el recuerdo emocionado, pero también asentado y reposado por el paso del tiempo, de un hijo sobre su padre, primero con los ojos de un niño, después con los de un joven, para desembocar en la mirada de un adulto con un bagaje cultural, y sobre todo de valores inculcados por sus vivencias familiares, que no puede sino admirar a su padre, entregado a su familia y también a la lucha social. Tal vez literariamente no sea una obra maestra, pero si contribuye a dar voz y visibilidad a personas que forman parte de ese exclusivo club de incansables e imprescindibles perseguidores de la justicia. Es también una reflexión sobre la muerte, pues el autor tuvo que lidiar con la desaparición trágica de pilares importantes en su vida (la de una hermana adolescente por el cáncer y la de un padre por un asesinato), sin embargo, no es un libro oscuro, por el contrario, tiene mucha luz y humanidad, lo leía y me sentía cercana, identificada con los sentimientos expresados.

Insiste el hijo-autor en que no quiere hacer una biografía que peque de elogiosa y pinte a su padre como un ser irreal, ajeno a las debilidades humanas, por eso hay un capítulo en el que buscándole defectos, nos narra cómo se definía su propio padre para hablar de una de sus faltas, y a mí me ha llamado esa definición tanto la atención que no puedo menos que mentarla, decía Héctor Abad padre “Soy muy buen padre, pero muy mala madre”, y Héctor Abad hijo nos explica que quería decir que era bueno para fecundar, para poner semilla de una buena idea, pero malo para la paciencia de la gestación y de la crianza. Me hace sonreír la frase, es buenísima, y da idea de la calidad humana de esta persona, que sabía reconocer sus límites.

Tenía ganas de leer este libro, había visto que mucha gente lo mencionaba como favorito, ha tenido más de 40 ediciones, convirtiéndose en uno de los títulos más leídos en Iberoamérica, sabía que había una versión cinematográfica, dirigida por Fernando Trueba, el título me seducía, tenía que leerlo. Lo acabo de terminar y veo que no me equivoqué al elegirlo, su lectura me resultó amena, de la que se aprende, se entiende y te involucra.

Escribo esto precisamente el día que nos enteramos de un nuevo atentado en Colombia, país que parece no conseguir superar el estado perenne de guerra soterrada, con una violencia casi endémica ejercida por paramilitares, guerrillas y organizaciones criminales y me da mucha tristeza que no hayan servido de nada tantas muertes anteriores, algunas de personas que como arma llevaban poesía en su bolsillo.