Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Incontinencia verbal

Mi amigo Cristóbal siempre me calificó de abogada de pobres, porque defiendo con vehemencia causas que para la mayoría pueden ser de poco interés o casi perdidas, pero no puedo evitar que me hierva la sangre con lo que me parece injusto, y es que no suelo apostar, como me decía también mi amigo Manolo, a caballo ganador, sino que elijo la opción que me toca más adentro, aquella con la que comulgo, no tanto por razonamientos de la lógica, más bien por razonamientos del corazón.

Puede ser que esa característica haya motivado que mis colaboraciones en este medio versen casi siempre sobre literatura, y en algunas ocasiones encima de un género tan minoritario como la poesía. No es que no me interesen o no tenga un juicio propio sobre asuntos más comunes y mayoritarios en los artículos de opinión como la política o cualquier otro tema candente y de rabiosa actualidad, que sin duda atraen más al lector. Es que creo con firmeza en el poder de la palabra y también en la capacidad de la literatura para hacernos, seguro que no mejores personas, pero si más formadas y con pensamiento crítico e independiente, y por eso me gusta promocionarla.

Por otro lado, conforme tengo más años, me interesa cada vez menos la polémica y más arrimar el hombro, tender puentes y reconocerme en todas las demás posturas distintas a la mía. No sé si me explico, por ejemplo respecto a la política, contrariamente a muchos, y quizás porque tuve ocasión de ser agente en ella (cosa que recomendaría a todo el mundo, que alguna vez interviniesen en política no solo desde la tertulia, la barra de un bar, o un comentario en redes sociales), opino como Summers “To er mundo e güeno”, y por consiguiente, cada político pone lo mejor de sí en su tarea, que a ninguno le gusta “cagarla” para entendernos, solo que cada cual mira las cosas desde su prisma, y es bueno que no todos tengamos la misma visión, que confrontemos ideas, y seamos capaces de sacar conclusiones que nos favorezcan a la mayoría, entonces no me gusta echar leña al fuego, ni tampoco exhibir prepotencia pensando que la verdad la tengo solo yo, o los que opinan parecido a mí.

Mi empeño tanto en ser ecuánime y pulcra, como en intentar que mi verborrea sea de provecho porque convenza a alguno a leer a autores que me parecen ofrecen pistas para comprender el mundo, no quita que, cómo supongo le pasa a todo el que habla o escribe públicamente, esté pendiente de los “me gusta” y de las veces que se comparte mi colaboración, y es que  como dice la canción “Que no soy yo”, que siempre fue uno de mis himnos, escrita por Joan Baptista Humet, destacado referente poético-musical (cantautor) para mí, “ahora, acabemos de ser sinceros, que a mí, también me mueve el dinero y la vanidad, pa no ser menos que mis amigos, que se conforman con un suspiro de libertad”, y confieso que, no por dinero precisamente, pero tal vez por vanidad, me agrada que mis colaboraciones tengan repercusión. Es decir, pura no soy, tengo mis aleaciones.

Me consuela saber que el producto que muchas veces nace de una aleación, donde se fusionan dos o más elementos distintos, no tiene por qué restar, sino que suma, y así el oro puro, por ejemplo, sería demasiado blando para hacer joyas, y alcanza una mayor resistencia, si se alea con plata y cobre. Creo que, de igual manera, si una persona es demasiado pura, no admite mezclas, se vuelve intransigente, la “contaminación” por el contrario nos humaniza, que ya lo dijo Pedro Guerra, otro gran cantautor, “contamíname, mézclate conmigo, que bajo mi rama tendrás abrigo”.

Fijaros hasta dónde llega esta incontinencia verbal que padezco, escribo y escribo, en conversación “menuilla”, pero es que a los escribidores nos pasa eso, nadie nos pide que lo hagamos, pero nos puede la gana de escribir siempre. Solo espero y aspiro a que alguien lea lo escrito.