Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Jim Thompson.1280 almas. El fulgor perenne

“La ciencia no puede resolver el último misterio de la naturaleza. Y eso se debe a que, en última instancia, nosotros mismos somos una parte del misterio que estamos tratando de resolver”

Max Planck

Posiblemente soy de esos afortunados que tiene la colección casi completa del Club Misterio, editada por la inolvidable Bruguera en una edición popular y magistral que inició su andadura allá en 1981; lo que se dice un crisol de tan atrapado  género. Años en los que disfrutamos de exquisitos autores en correctas traducciones. De aquí, que cuando una editorial de nuestros días decide recuperar los mejores títulos de esos maestros siempre vivos y releídos, uno no puede reprimir la alegría y el compromiso de hacerlo público. Y todo,  porque escribimos sobre novela negra de calidad literaria correspondiente a una edad de oro de género de los ochenta del siglo XX muy difícil de supurar.

Y con mi respeto a las buenas obras de esta serie que se vienen publicando actualmente.

La Editorial RBA que dentro de su envidiable catálogo de autores clásicos de ayer y por su calidad literaria novedades de hoy, suma ahora 1280 almas de Jim Thompson a otros títulos del autor ya publicados. Jim Thompson nació en una reserva india en Oklahoma el año 1906. Comenzó a publicar novela policíaca a mediados de los años treinta. Padeció la “caza de brujas” impuesta por el tristemente y no menos cruel senador  McCarthy. Pudo escabullirse de la purga y trabajó como guionista con Stanley Kubrik (Senderos de gloria.) Sarcástico crítico de la sociedad de su tiempo, su obra es poco conocida en España. Lo siento por aquellos lectores y lectoras que se privan de tal placer literario.

El personaje principal, que ocupa todo el espacio de esta narración se llama Nick Corey y es comisario de policía en la ciudad de Potts Country que tiene 1280 almas, habitantes, más si se contaran los negros, pero para la mayoría de los ciudadanos blancos por aquellas fechas los negros no tenían alma, incluso podías servir sus cabezas como blanco de las pelotas que se lanzan en la caseta de feria por este blanco de piel privilegiada y mandón. Son ejemplos que pasan fugazmente por la narración,  repitiéndose desde los más variados  ángulos, lo que muestra un reflejo de la sociedad americana de los treinta y al mismo tiempo el sentido reivindicativo y social de la novela, muy generalizado en toda su obra, así como la crudeza de las exposiciones. 

Nick es un tipo muy controvertido sometido de manera permanente a un desdoble de  personalidad. Vago por vocación, un don nadie, mujeriego afortunado, orgulloso de ocupar un puesto con mando en  plaza, pero también preocupado por perderlo en esa pequeña ciudad de la América profunda y puritana, por lo que procura nadar y guardar la ropa algo que le conduce a caer en múltiples mezquindades, la mayor parte sangrientas, en esa comunidad por la que desfilan patéticos tipos, perdedores natos esclavos de sus circunstancias e intereses particulares, sumidos en casi una ausencia de formación. Todo ello va  provocando una serie de sucesos que la propia conducta del protagonista va utilizando según las situaciones que se le  vienen presentando y el criterio de cómo jefe de policía, considera debe llevar a unos términos que le permitan sobrevivir manteniendo el cargo sus propios placeres y apetitos. Toda una bola que a medida que va rondado engorda el drama de la historia.

Jim  Thompson, como en todas sus novelas, mantiene en la narración un estilo muy directo,  incluso a veces de cierta obscenidad premeditada, procurando  nunca caer en la rutina vulgar de la demagogia y la anécdota fácil. Sabe perfectamente elegir el momento adecuado para ello, aprovechando el protagonismo de actuación de esos personajes propios y esclavos de sus circunstancias que atrapan por sus reacciones. La escritura se desliza ágil e hirviente de vivacidad,  aunque pueda ser a la vez destructiva, muy directa y sorprendente. Es el escritor capaz de atrapar un amplio abanico de lectores sin rarezas al uso. No hay truco debajo de lo que protege su sombrero tejano. Merece la pena releerlo y sentirse apresado por el contenido.

 

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