Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Parola, parola, parola

En uno de mis paseos diarios coincidió que delante de mi iban un grupo de chicos, de unos trece a quince años, hablando entretenidamente. El tono de la conversación era lo suficientemente alto como para poder escuchar sin ningún tipo de acercamiento los diálogos que mantenían entre ellos.  Eran frecuentes  las risas, abundaban las palabras mal sonantes, vulgarmente llamadas tacos, las tías y tíos (sin hacer referencia al parentesco familiar), los empujones entre ellos y algunas que otras lindezas más.

Las palabras como los seres vivos están en permanente alerta y  dependiendo de la forma de expresarlas pueden ser alegres, caprichosas, nostálgicas, tristes, melancólicas, severas, dulces, mentirosas, románticas, etc., con ellas puedes describir tanto un bello amanecer  o un ocaso frente al mar y creer tocar el cielo con las manos, como la más humillante de las derrotas en un partido de fútbol  o en una pelea callejera.

En una tertulia, el  jugar con las palabras puede resultar además de entretenido, si le añades unas gotas de ironía y una copa de buen humor, pasar un rato muy divertido y muy saludable para cuerpo y mente.

En una comida a la que asistí, uno de los comensales al introducir  una cucharada del guiso  dijo “nunca he tenido tantas lentejas juntas en la boca de una sola vez”.  Las lentejas estaban quizás demasiado espesas para su gusto, pero al decir esa expresión, no pude por menos que imaginar una zarzuela de pequeñas bolitas enredadas, dando vueltas como noria enloquecida, dentro de su boca. Las risas fueron abundantes y los comentarios que se suscitaron a continuación, de lo más divertido. Pero ahí no quedó la cosa, metidos ya en harina y predispuestos al juego de las palabras, otro comensal, en vez de utilizar el cuchillo para cortar, empezó a golpear con un  ligero ritmo en el plato para partir en trozos más pequeños algo dentro del mismo. En menos de tres segundos alguien espetó con suma delicadeza  a qué se debía “ese taconeo tan florido”. Otra vez la imaginación al poder y vi sobre el plato a Antonio Canales de punta y tacón desmenuzando todo aquello.       El improvisado florilegio verbal  que amenizó la reunión, me hizo caer en la cuenta del empobrecimiento lingüístico existente entre nuestra juventud.

El pírrico vocabulario hace que para dar más énfasis a lo que quieran decir utilicen palabros a cual peor sonante. Pero, lo malo no es solo eso, sino que en el parlamento, lugar donde la palabra debe constituir el vehículo fundamental sutil, firme y delicado de lo que se discuta y apruebe para el bien común, personas que aspiran a gobernar el país y que gozan de ciertas cotas de poder, con una verborrea demagógica, soez y falsos contenidos, abducen a un buen número de jóvenes y no tan jóvenes considerando positivas la veracidad y fuerza de sus palabras.

Para no finalizar con mal sabor de boca, ya que lo pasé tan bien en la comida que anteriormente he comentado, terminaré contando otro hecho también gastronómico.

Hace bastantes años, un pequeño pueblo de la provincia fue visitado por el obispo de la diócesis e invitado éste a comer en una de las casas más señoriales del momento. A la mesa se sentaron el matrimonio, dos de sus hijas y el señor obispo presidiendo la misma. El ágape fue abundante y al parecer del agrado de tan ilustre comensal, tanto que una vez terminado y en agradecimiento de tan generoso banquete, quiso dar una muestra de satisfacción y dirigiéndose a la señora le dijo “la felicito por su buen hacer culinario”. La señora quedó estupefacta, la sangre se le enfrió en el cuerpo dejándola inmóvil, sin palabras, ni siquiera pudo articular un simple gracias.

Una vez despedido el invitado y a solas con sus hijas exclamó “menos mal que vuestro padre no estaba delante cuando este hombre tan fino me ha dicho esa guarrería, ¡habrase visto!, ¡qué vergüenza he pasao!”

Que eso ocurriese en el siglo pasado, en sitios de poca cultura, en personas mayores, tiene un pase, pero hoy día con los adelantos disponibles al alcance de todos, enseñanza obligatoria y todo lo habido y por haber, que no se sepa un mínimo de vocabulario es para avergonzar a los responsables de la causa.