LUCENA. Un grupo de extrabajadores de la residencia de mayores Luz de Aras de Lucena, han denunciado ante los medios de comunicación y la Delegación de Servicios Sociales de Lucena, el trato que un usuario ha recibido por parte de la gerencia.

 

Según el relato de los hechos de estos extrabajadores, un hombre fue echado de la residencia a media tarde de ayer jueves, tras haber detectado los gerentes que mantenía contacto con ellos, sin darle la medicación oportuna ni haberle ofrecido el almuerzo. Denuncian además que la residencia no tiene licencia de apertura ni de actividad, y que los ancianos no son atendidos conforme a la carta de servicios contratada. Además, sobre los trabajadores, indican que perciben un salario mucho menor al que aparece en nómina.

 

Puestos en contacto con la gerente de Luz de Aras, nos indicaba que sí que es cierto que el usuario ha abandonado la residencia, pero habiéndosele buscado otra cercana a su lugar de origen y por expreso deseo de él (en este caso, San Juan de Dios, en Priego de Córdoba). El motivo de su expulsión ha sido el incumplimiento del régimen interno de la residencia, al haber mantenido contacto con esos extrabajadores y tras varios intentos de que entrara en razón “porque llevaba días muy nervioso, asustando al resto de residentes”, según la directora. Explicaba además que el conflicto con el personal laboral viene de lejos, cuando se despidió en torno al mes de octubre a un grupo de trabajadores, tras un año de contrato, al comprobar que no estaban realizando bien su labor, pero sí utilizando documentación de la empresa sin tener en cuenta la Ley de Protección de Datos.

 

La gerente reconoce que no cuentan con licencia de apertura, pero que se trata de un trámite que debe solventar el Ayuntamiento. Nos indicaba además que cumple con todas las inspecciones y el resto de documentación en regla, tal y como conocen los Servicios Sociales Municipales, la última de ellas efectuada la semana pasada sobre legionella.

 

Por último, este medio se ha puesto en contacto con Enrique, el hombre expulsado, que se encuentra en perfecto estado de facultades (tal y como han reconocido los antiguos trabajadores y la propia gerente), que nos ha relatado que “me han echado como a un perro”. Añade este hombre que “yo me di cuenta que me echaban cuando, al subir a la habitación, vi que no estaba mi ropa allí”.