La Lupa

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

La vida en la calle es muy jodida

Pedro tiene 58 años, nació en Chiclana (Cádiz) y es el séptimo de trece hermanos, tuvo una infancia difícil, el único que trabajaba era el padre y aunque nos cuenta que nunca pasó hambre, “siempre quedaban esas ganas de comer algo más”.

“A veces no tenía ni un solo beso de mi madre”

Su infancia no fue, ni mucho menos, la deseada por cualquier niño. Al ser tantos hermanos la atención recibida era muy escasa, recuerda aquellas tardes de su infancia jugando en la calle, corriendo detrás de un balón, otra de sus aficiones, u ocupándose de sus hermanos más pequeños. Pero si algo echa en falta de su niñez son los besos de su madre.

A los 13 años dejó el colegio para trabajar como ayudante de delineante de planos durante dos años, para después irse al taller de chapa y pintura que regentaba su padre en Cádiz. “Cogía 'el canario' (autobús) y  'el costo' (bocadillo) y me iba con mi padre a aprender el oficio de pintor.”

Con 17 años comenzó a trabajar en una fábrica de muebles como pintor, después pasó a ser repartidor hasta terminar como vendedor e incluso montar su propio almacén de muebles.

Foto © Álvaro López

En 1990 y tras cinco años casado las cosas se tuercen y rompen la relación; él decide coger sus pertenencias y marcharse, dejando atrás a 2 hijos.

Tras poner rumbo fuera de su hogar, se marcha a La Coruña donde pasa dos años trabajando como camarero de varios restaurantes y, tras estos dos años, toma la decisión de viajar hasta Pamplona para estudiar en la Escuela de Hostelería de Burlada. Al finalizar su formación como cocinero decide buscar un trabajo más estable, lo que le hace viajar por media península: Lérida, Murcia, Costa Brava, Andalucía, pero no tiene la fortuna de encontrar esa estabilidad tan ansiada. Su forma de vida se basaba en “vivir en una pensión e intentar trabajar todo lo que fuera posible”.

La crisis no podía dejar de hacer acto de presencia en la vida de Pedro como en la de otras muchas personas. En 2009 se ve abocado a vivir en la calle.

“En estos cinco años sólo he tenido trabajos esporádicos”

Y es que Pedro no ha dudado en coger cualquier trabajo que le ha salido, como recogida de aceituna, tomates, melones, regaliz…, aunque su principal oficio ha sido la hostelería. En este tiempo ha vivido todo tipo de historias en la calle.

“He pasado una Navidad en una caravana”

Hace unos años Pedro tuvo que pasar una Navidad en una caravana, se encontraba trabajando por unos días en el campo y el propietario le ofreció una vieja caravana para, al menos, cobijarse del frío de esas fechas. Fechas que, por otra parte, son muy señaladas para pasarlas en familia y con nuestros seres queridos; él en ningún caso se queja, todo lo contrario, lo cuenta con una sonrisa tras verse todo este tiempo en la calle.

Foto © Álvaro LópezSu principal fuente de “ingresos” es vender de vez en cuando algún mechero o pulsera, eso le permite tener algún “capricho” como un bocata o poder comprar alguna chuchería para algún niño del barrio.

Lleva algo más de seis meses “viviendo” en Aguilar de la Frontera, antes pasó por pueblos como Fernán Núñez, Cabra y Lucena, y es que la provincia de Córdoba lo ha acogido siempre bien.

“Aguilar es uno de los pueblos que más se ha volcado conmigo”

Su “despertador” suena a eso de las 7:30 h de la mañana, lo primero que hace es ir hasta el bar Al-Dair de su amigo Francis, quien siempre le ofrece una manzanilla desinteresadamente. Después intenta asearse en alguna gasolinera, polideportivo o cualquier otro sitio donde pueda afeitarse o lavarse la cara.

Por la mañana su primera parada es en la Plaza de Abastos, donde pone sus estampas de alguna Virgen o Santo y con la voluntad de la gente consigue algún euro. Por la tarde su rutina lo lleva hasta la Iglesia del Carmen o de Soterraño.

“El cuerpo se acostumbra a tan sólo una comida al día”

A cualquiera nos cuesta llegar a veces del almuerzo a la cena sin hacer una parada en la merienda, para Pedro, es el día a día. Según nos cuenta, habitualmente su comida se centra en la cena, los vecinos de Aguilar, y en especial los de la Barriada del Carmen, siempre se preocupan porque no se vaya a la “cama” sin haber probado bocado. Y son sus propios “vecinos” los que día tras día le “pagan” un café, un bocadillo o le dan un cigarrillo.

Desde hace tres meses Francis, el propietario del bar antes mencionado, le guarda su pertenencias en su almacén, “antes tenía que ir cargado a todos sitios” , y es que Francis le abrió las puertas de su establecimiento, para que, al menos, pudiera no estar siempre “tirado en la calle”.

Ha intentado solicitar alguna ayuda a Servicios Sociales, pero al no poder estar empadronado en el municipio siempre encuentra como respuesta una negativa.

Preguntado sobre qué es lo mejor que ha encontrado en la calle, su respuesta es tajante: “La libertad para mí no tiene precio”. “Puede parecer mentira, pero en la calle lo único que no me gusta es no tener un techo o un lavabo donde asearme”. Y es que Pedro, a pesar de estar en la calle, es una persona que le gusta ir siempre todo lo aseada posible.

La soledad y el respeto a la noche en la calle es lo peor que lleva. “Hay que tener mucho cuidado por la noche”. No debe ser fácil lidiar con las “sombras” de la noche.

Foto © Álvaro López“Cinco años dan para mucho, sobre todo en lo que a la salud respecta. Cuando llevas todo este tiempo sin un hogar, sin un trabajo, el cuerpo se resiente, es como si se aflojara uno”.  Preguntado por algún trabajo que le pudieran ofrecer, es muy sincero, “ya no estoy para trabajos de gran esfuerzo físico, podría volver a ser camarero, cocinero, guarda o aparcacoches, me adapto a cualquier cosa”.

Hace unos meses un par de vecinos le regalaron un saco de dormir y una manta para esas largas noches donde al raso y con frío se hace complicado entrar en calor.

Pedro nos confiesa que es muy creyente, “pido todos los días por mi salud y poder tirar para adelante, además le doy gracias a Dios por cada día que paso”.
“Desde hace unos años tengo diagnosticada una hernia, el médico me dijo que me tendría que operar, pero no puedo. No tengo un hogar ni a alguien que me ayude en la recuperación”. Sin lugar a dudas la calle no alberga lo que un recién operado necesita.

En la calle se conoce a muchas personas, “algunas llegan a significar en tu vida, otras no tanto, pero de todas se aprende algo”
Lo más importante, según nos cuenta, es “la educación y el saber estar, eso debe ir por delante”

“Conozco gente con carreras en la calle”

Si algo le ha impresionado en estos años, es la gente con carreras o estudios superiores que viven en unas circunstancias parecidas a la suya, de las cuales ha aprendido mucho, según nos cuenta, y que le han hecho ser algo más pesimista por su edad y falta de estudios superiores.

En los últimos años hemos visto como son muchas las personas o familias que por culpa de una hipoteca se ven abocadas a sobrevivir en la calle. “La calle también te enseña a cuidarte de otra manera”.

La soledad y la calle no son buenas compañeras, por lo que él nos cuenta que “no podría tener una pareja por mi situación económica, si fuera igual que yo de la calle no me lo plantearía porque los dos conocemos lo que es esto”.

En la sociedad de consumo en la que vivimos cualquier persona ansía tener una u otra cosa material, Pedro, por el contrario, nos confiesa que “no echo de menos nada material, no me gustan los lujos”. Tampoco echa en falta el lado sentimental de su familia, la que le ha dado de lado en sus peores momentos, “he olvidado todo lo sentimental y te lo digo de corazón, no soy orgulloso pero no echo en falta a nadie”.

Si algo de ayuda pide es un techo o un trabajo de al menos tres meses para poder cobrar la ayuda de los 426 € y no tener que estar en la calle de por vida, aunque su pesimismo no le deja ver ni tan sólo un rayito de esperanza, “supongo que hasta que me jubile tendré que vivir en la calle”.

La Barriada del Carmen se ha volcado con Pedro, así nos lo cuenta el presidente de la asociación de vecinos, José María Márquez, “le intentamos ayudar en todo lo que podemos porque además de estar en la calle, es una excelente persona”, y añade sobre Pedro que “los vecinos le tenemos un cariño especial, siempre está dispuesto a ayudar a cualquier persona, hay mujeres mayores que vienen cargadas y ahí está Pedro para echarles una mano”. “Es una persona muy honesta y hace las cosas sin interés alguno”, concluye el presidente de la Asociación de Vecinos.

“Cuando salí de mi casa ni bebía ni fumaba”

La calle es muy amiga de los vicios, no porque se puedan costear, más bien por pasar todas esas horas muertas en un portal, una plaza o en un banco de un parque. Pedro era una persona que practicaba deporte, jugaba al fútbol y no le gustaba nada el tabaco o el alcohol. Tras estos años fuma cuando puede o le dan un cigarro, “la gente piensa que los transeúntes bebemos para emborracharnos, pero no es cierto, a veces habría que ponerse en el pellejo de las personas que viven sin hogar, por sesenta céntimos te compras un cartón de vino para pasar la noche, el miedo lo aplacas con alcohol”.
Los fines de semana suelen ser los peores días de alguien que está en la calle, los jóvenes y el alcohol no son muy amigos de estas personas sin techo, nos relata Pedro.

Foto © Álvaro López

Esta podría ser la historia de otras muchas personas que hoy por hoy se encuentran en su misma situación, en Madrid, Barcelona, Sevilla… Ésta historia tiene nombre y apellidos, se llama Pedro Leal, tiene 58 años y lleva más de cinco en la calle.

Para más información o ayuda les dejamos un correo electrónico:  alvaro@mundofotografia.com

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